El relevo de Saldaña

Jerez de la Frontera

El caso Saldaña es insostenible. La política no es una profesión. Es el servicio público que presta un profesional de forma temporal. Eso al menos es lo que debía ser. Solo por esta razón, no se debe pasar un error, que además de error, ha sido delito. El comportamiento durante ese servicio público debe ser irreprochable.

En el caso del portavoz del PP de Jerez pesan el hecho y la mentira. El dirigente popular aseguró que nunca había estado detenido y que sólo le dio a un vehículo cuando aparcaba tras una comida de trabajo en la que bebió varios amontillados.

Pero no fue así. Triplicó la tasa de alcohol; declaró en calidad de detenido por la comisión de un delito de seguridad vial y quedó en libertad con cargos tras embestir a tres coches diferentes. Tras cada destrozo causado, siguió su camino hasta empotrarse tres veces y, para colmo, en ese estado de embriaguez, según sus propias palabras, es como él estaba trabajando por y para Jerez.

Han pasado más de 43 horas desde que el PP de Cádiz, de acuerdo con la dirección nacional y provincial, le exigió su dimisión y el edil todavía no ha presentado su renuncia. Su posición pertinaz y su ego solo están retrasando una salida más bochornosa.

Dicho todo esto, con la marcha de Saldaña, Jerez se queda sin oposición. Pierde a un político, de formas muy discutibles, pero formado, buen orador, trabajador incansable y gran defensor de su ciudad.

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Como relevo, se me ocurren varias opciones: tirar de un moderado ahora en la Junta, cómo Agustín Muñoz; obligar a la diputada María José García Pelayo ahora que el caso Gürtel se ha enterrado para ella; mover a Ana Mestre para que recomponga el partido de su ciudad natal o convencer a Miguel Arias Cañete, de retirada en su ciudad de adopción, para intentar que Jerez vuelva a estar en el mapa.