Domingo de Ramos visto y no visto
La de la ilusión y la de la algarabía de niños fue una jornada más de este dura cuarentena en la que Jerez lloró para dentro tantas ausencias
Jerez de la Frontera
Este Domingo de Ramos pasará a la historia por haber sido un visto y no visto. En la línea de los anteriores y de los que nos quedan aún por delante, pasó de largo sin más, llevándose los lamentos, la impotencia y la resignación de miles de cofrades y de vecinos.
En circunstancias normales, la primera de las jornadas de desfiles procesionales hacia la Catedral no hubiera sido la mejor para ver cofradías. Aunque la anunciada lluvia no hizo finalmente acto de presencia y el sol brilló desde primera hora de la mañana, el fuerte viento de Levante habría acabado desluciendo candelerías, tulipas y los cortejos de los hermanos de luz.
El que no se consuela es que no quiere, pero lo cierto es que el único bamboleo de palmera este año, ante la incomparecencia obligada del misterio de Cristo Rey, fue el de las de la Alameda Cristina.
El domingo de los estrenos, el de la ilusión y la algarabía de los niños, en el que muchos dicen que todo empieza a acabarse, nada se pareció a cualquier otro domingo de palmas y ramos. Sólo algunos balcones engalanados y otros con las clásicas palmas rompían con la fisonomía impuesta por el confinamiento general. Por lo demás, todo exactamente igual. Calles, avenidas y plazas vacías, silencio y más silencio.
Curiosos los palcos de la calle Larga, perfectamente listos y dispuestos y que podrían parecer una broma de mal gusto de no ser porque con las cosas de la salud no se juega.