El doctor Ferrán contra el cólera en València
Jaume Ferrán descubrió la vacuna del cólera y la aplicó con éxito durante la pandemia que sufrió la ciudad de València en 1885. Una pequeña calle del barrio de Mestalla nos recuerda aquel hito de la medicina mundial
Callejeando con Luis Fernández (25-03-2020)
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Valencia
La memoria colectiva es sintomáticamente cortoplacista. Ni siquiera los acontecimientos más traumáticos, aquellos que sacuden los cimientos vitales de un pueblo (guerras, catástrofes naturales, terrorismo, etc…) suelen trascender más allá de la generación que los sufrió. En este sentido, el espacio público, los monumentos, los nombres de las calles, han sido utilizados (e instrumentalizados), con más o menos acierto, para hacernos recordar estos pasajes de nuestra historia común.
La última gran cicatriz abierta en el imaginario mítico de los valencianos fue la riada de 1957 y la posterior guerra contra el barro. De aquella contienda tenemos la ciudad repleta de evidencias y recuerdos: barrios, calles, monumentos y, sobre todo, una nueva ordenación urbana totalmente condicionada por el Plan Sur.
Sin embargo, otros episodios que tuvieron gran repercusión en las sociedades del momento apenas han dejado su huella en la ciudad actual. Un ejemplo podrían ser las sucesivas epidemias de cólera que azotaron el territorio valenciano durante el siglo XIX. Del brote más mortífero, el que tuvo lugar en 1885, tenemos un triste pero necesario recuerdo a las víctimas en el cementerio municipal y otro, más visible pero que pasa igualmente desapercibido, en el número 25 de la céntrica calle de Pascual y Genís, donde una placa conmemorativa recuerda el papel fundamental del doctor Jaume Ferrán durante aquella pandemia.
A finales del siglo XIX Valencia era una ciudad insalubre, surcada por decenas de acequias donde se vertían las aguas residuales y rodeada de huertas que filtraban estas aguas a los pozos usados para consumo humano, escenario perfecto para la expansión de la bacteria Vibrio Cholerae, cólera para los amigos. En 1885 el cólera, que provoca fuertes diarreas y vómitos hasta la deshidratación, causó la muerte de unas cinco mil personas en la ciudad de Valencia, que entonces apenas llegaba a los dos cientos mil habitantes. La situación de alarma condujo a varios médicos valencianos a reclamar la ayuda del médico catalán Jaume Ferran, prestigioso bacteriólogo que estaba trabajando en una vacuna contra el cólera. Ferran instaló su laboratorio en la calle Pascual y Genís, en un piso cedido por su colega Manuel Candela, y desde allí procedió a la inoculación, primero de los propios profesores de la facultades de medicina y posteriormente a dos tercios de los habitantes de Alzira.
La vacuna del doctor Ferran pronto dio sus frutos pero algunos de sus compañeros, entre ellos el propio Santiago Ramón y Cajal, censuraron sus formas y metodología, y finalmente tuvo que partir de Valencia con más pena que gloria. Sin embargo, como suele ser habitual con el tiempo, la labor y dignidad del médico catalán fue restaurada, y el 16 de marzo de 1918 el Ayuntamiento de Valencia a instancia de los estudiantes y profesores de la facultad de medicina colocaron una placa conmemorativa en la casa donde Ferran instaló su laboratorio y que todavía hoy podemos contemplar en la susodicha calle de Pascual y Genís.
El doctor Jaume Ferran y Clúa, que había nacido en el municipio de Corbera de Ebro en 1851, murió en Barcelona en 1929. Su figura, primordial en la cura del cólera ha quedado para nuestro recuerdo en la placa donde tuvo su laboratorio y en una pequeña calle situada en el barrio de Mestalla, entre Antonio Suárez y Cardenal Benlloch, rotulada en 1948 con el nombre de doctor Ferran.
