'El peor virus de todos'

Algeciras

El primer libro que recuerdo haber leído sobre el horror de la guerra fue "Territorio comanche", de Arturo Pérez Reverte, y a partir de ahí ya no fui capaz de volver a ver el telediario de la misma manera. Lo que no recuerdo ahora, con exactitud, es si fue con aquel primer libro suyo, o con alguno de sus artículos, cuando se me nublaron los ojos leyendo sobre el asilo de Petrinja... Un trozo de infierno en la Tierra dentro de otro infierno en la Tierra, el de Croacia en plena guerra de los Balcanes, en el que el escritor, entonces reportero de Televisión Española, y su compañero, el cámara Márquez, descubrieron un edificio en el que se hacinaban, llorando, asustados y muertos de hambre, rodeados de cadáveres, un puñado de ancianos que habían sido abandonados a su suerte por sus cuidadores, al huir del avance de las tropas serbias.

He leído más sobre la guerra, desde entonces. También me han contado cosas que hubiera preferido no escuchar, narradas, en primera persona, por amigos que hubiera querido que no las vivieran, destinados en lugares del mundo y de la historia en los que la vida humana vale bien poco, por no decir nada. Otras de esas historias ocurrieron en nuestra propia casa, no hace tanto tiempo, y las contaban nuestros abuelos cuando todavía tenían los recuerdos intactos y bajaban la guardia, porque no les gustaba hablar de aquello, ni siquiera para exorcizar viejas pesadillas. A nadie le gusta hablar de esas cosas, del horror, de la miseria, de la maldad humana. Aunque existan.

Me acordé de todo eso anoche, incapaz, por primera vez en estos días de confinamiento, de conciliar el sueño. Ha habido muchas malas noticias en estos días, incluso desde antes de que esa amenaza invisible llamada coronavirus nos encerrara a casi todos en casa. También algunas buenas, claro está... y no sólo las que reciben aplausos en los balcones.

Sin embargo, las palabras de la ministra de Defensa, contando lo que se están encontrando los militares al entrar en alguna residencia de ancianos, se me clavaron en el corazón. Quien ha visto llegar a sus abuelos a edades avanzadas, mirarte a los ojos sonriendo, incluso sin reconocerte, indefensos y atados a la cárcel de una cama, saben que hay pocas imágenes más tristes.

Sé que el miedo vuelve a unos valientes y a otros cobardes... Sé que el ser humano es capaz de lo mejor, y también de lo peor... Pero ojalá quienes hayan hecho esto, quienes lo sigan haciendo, no puedan dormir tranquilos el resto de los días de su vida.

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