El virus de la Neofilia y los Clásicos
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Firma de opinion de José Carlos Ruiz, "Históricos"
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Córdoba
No todo va a ser lamentarse. Hoy quiero dedicar estos minutos a analizar uno de esos “elementos” capaz de resistir a cualquier ataque vírico, incluido el coronavirus; no es otro que los clásicos. No cabe duda de que el presente ha sido radicalmente afectado y de que en el futuro deberemos aprender la lección si no queremos repetir los mismos errores. Pero puestos a ser optimistas, el coronavirus puede considerarse la primera prueba de fuego real a nivel global que nos debería servir como alerta y también como base para mejorar los protocolos. Ahora que se ha cancelado gran parte de la actividad grupal, que se pospone la grabación de las series de televisión, de películas, se anulan sesiones teatrales, … es buen momento para que los clásicos recuperen protagonismo, porque lo clásico es atemporal y cercano por mucho tiempo que pase. No es mal momento para que echemos mano de autores y películas clásicas, para que les demos una oportunidad de lectura o visionado a aquellas que en su día no la tuvieron. Y tampoco sería mala idea hacerlo en familia, en pareja o incluso en la soledad de nuestro confinamiento. Quien sabe si, con suerte, puede que edifiquemos una nueva rutina en la intimidad de nuestro hogar, que nos ayude a potenciar nuestra faceta más humanista.
Igual estos 15 días pueden ser una terapia de desintoxicación contra ese otro virus de la neofilia, esa dependencia a la novedad que hace tiempo nos infectó y que nos impide construir y apreciar la rutina. Una neofilia que parece ser asintomática y que se percibe como inocua pero que se manifiesta con esa fiebre por lo nuevo en todas las facetas de la vida.
Hace poco, una maestra de infantil de intachable profesionalidad y acertado pensamiento crítico (a la que quiero mucho), me comentaba que en los últimos años había experimentado cómo el virus de la neofilia se había apoderado de sus alumnos, que necesitaban nuevos estímulos de manera constante para poder enfocar su atención. Decía que hace unos años, sus pequeños pupilos gustaban de rutinas, demandaban las pautas y esperaban con alegría aquellas actividades que les reconfortaban e ilusionaban.
Ahora lo rutinario se ha convertido en tedioso. El mensaje está claro, lo previsible es aburrido, lo cotidiano es gris, y la contemplación es deficitaria para el capital. Por eso, estos 15 días, puede que sirvan para que nuestro organismo se enfrente a esta drogodependencia emocional de la novedad haciendo uso de la receta de los clásicos. Tenemos una oportunidad por delante para generar nuevas defensas en forma de rutina que sean capaces de liberarnos de esta hiperacción y nos traigan algo de sosiego y contemplación de cara a recuperar el equilibrio. Y para eso, en mi opinión, no hay nada mejor que una buena dosis de clásicos. Feliz confinamiento.