Muertes absurdas III
A Coruña
Buenas tardes, queridos oyentes, quisiera terminar esta trilogía de muertes absurdas que comencé hace semanas con la muerte moderna, la muerte actual, la muerte millenial. No hablo de otra cosa que la muerte por selfie.
Gigi Wu, una taiwanesa de 36 años, era mundialmente conocida en Instagram por sacarse fotos en bikini en lo alto de cumbres nevadas. Pues bien, la pobre Gigi, hayándose en bikini haciéndose un selfie en la montaña Yushan, se cayó por un barranco. No le pasó nada, así que llamó por teléfono a un amigo para informar de la caída y de que fuesen a buscarla. Problema, al llegar estaba muerta por hipotermia. Está claro que los bikinis de franela no se estilan en Taiwan.
Pedro Ruiz, un youtuber de Minessota, murió de un disparo ejecutado por su mujer mientras grababan un vídeo para demostrar que un libro gordo puesto en su pecho podía parar una bala. El romanticismo literario al carallo. La bala venció a la pluma (y a la estupidez).
Por último, el caso de un galés que decidió que lo mejor que podía hacer un día de tormenta telúrica era hacerse una foto con su paloselfie. Elevó el palo de metal hacia los cielos y atrajo a un rayo que lo partió en dos, haciendo honor a la famosa expresión "que me parta un rayo".
En fin amigos, con esto de las muertes absurdas solo hay una persona que estaría encantada: Charles Darwin. Sus teorías sobre la selección natural se están cumpliendo con creces. Qué duda cabe.