Música

La noche más feliz de Eduardo Bort

El 22 de marzo de 2019 Eduardo Bort abarrotó el Teatro Principal de València. Fue una noche de justa reivindicación de un enorme talento que había caído en el olvido

Eduardo Bort, en el Teatro Principal de València (2019) / Iván Navarro

Valencia

Una tarde de febrero de 2019, un mes antes de que Eduardo Bort protagonizara su concierto homenaje en el Teatro Principal de València, el músico se citó en el bar Canadá con su círculo más cercano para ultimar el guion del evento. Eduardo estaba desmejorado y fatigado. Las sesiones de quimio con las que estaba combatiendo su cáncer de pulmón le habían debilitado. Pero no había perdido ni un ápice de ilusión. Desoyó los consejos de hacer un concierto corto y asequible a su precaria condición física, estaba decidido a un espectáculo de casi tres horas de duración, en el que se iba a rodear de músicos de prestigio, cantantes invitados y Los Bodgies, su banda de los años sesenta.

Escuchaba opiniones de unos y otros y, de repente, como en tantas otras ocasiones, su semblante serio y atento se transformó en una divertida sonrisa: “Lo que me extraña es que no pase nada malo. ¡Va a ser la primera vez que algo me sale bien!”

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Razones no le faltaban para temer que algo se torciera. Le había pasado a lo largo de su carrera. Por ejemplo en los primeros 70, cuando estaba a punto de lanzar desde Inglaterra su primer álbum con una banda llamada Out, en la que cantaba Jean Françoise Pernod, el heredero del imperio Pernod, la legendaria empresa de anís francés. Se habían conocido en Ibiza, cuando Eduardo aterrizó allí con las primeras guitarras eléctricas que conocieron los lugareños. Sin embargo, sus managers les estafaron: vaciaron sus cuentas obligando a Eduardo a volver precipitadamente a València.

O unos años más tarde, cuando en las oficinas de la EMI inglesa, el ejecutivo Joop Visser, atónito al escuchar las cintas del disco que Eduardo había grabado con su grupo Yann, le propuso un lanzamiento internacional por todo lo alto, que exigía que él y su banda se trasladaran a vivir a Londres, al menos unos meses. El resto del grupo dudó y la oportunidad de convertirse en una estrella internacional se escapó. Mejor para Queen, fichados por el mismo ejecutivo, y que contaron con más presupuesto para el lanzamiento de "A night at the Opera", el álbum que les consagró.

O cuando, tras decidir sacar ese primer álbum bajo su nombre con el sello español Movieplay, (Eduardo Bort, 1975), la discográfica no supo qué hacer con ese vendaval sicodélico que hoy en día está considerado la obra maestra del rock sinfónico español. Eduardo Bort había regalado la grabación a cambio de promoción. No se gastaron ni un céntimo porque no entendían nada. Ni siquiera se enteraron de que una de las canciones del álbum, “Pictures of Sadness” había sido votada como la mejor canción en el concurso de rock internacional European Pop Jury.

Eduardo Bort (izquierda) con Max Sunyer y Jorge Pardo / Iván Navarro

Mala suerte, sí, y algo mucho peor: varios durísimos golpes que le deparó la vida, como el fallecimiento de su joven hija Silvia a causa de una meningitis poco después de lanzar su primer disco. A Eduardo le costó mucho asimilar ese mazazo, y su creatividad se resintió: no publicó su segundo álbum, dedicado precisamente a ella,  hasta diez años después, (Silvia, 1985). Y finalmente el maldito cáncer, diagnosticado hace unos años, y al que hizo frente con un tesón admirable.

Por eso Eduardo se asombraba aquella tarde de que todo estuviera en orden. Su suerte adversa parecía haberle dado una tregua y por fin empezó a intuir que su deseada gran noche iba a llegar y, lo más importante, que sus nuevas composiciones, en las que llevaba años trabajando, iban a ver la luz.

Y es que no hay nada peor para un artista que no poder dar salida a su obra: “Necesito sacarme estos temas de la cabeza, en cuanto los publique podré desarrollar nuevas ideas” decía Bort. Llevaba años trabajando en su esperado regreso discográfico. Por su falta de recursos económicos, iba grabando dónde y cuándo podía, en estudios de amigos, cuando no estaban ocupados. Revisaba continuamente las canciones, cambiaba las voces, remezcló varias veces. La Warner le engatusó cuando, en 2014, lanzó la lujosa reedición de su mítico primer álbum. Le habían prometido que, tras la reedición de “Eduardo Bort”, se embarcarían en el proyecto de su nuevo álbum. Una promesa que no se puso negro sobre blanco y que se la llevó el viento.

Eduardo Bort, ovacionado en el Teatro Principal de València (2019) / Iván Navarro

El diagnóstico del cáncer de pulmón aceleró los intentos de buscar discográfica que lanzara el nuevo disco de Eduardo Bort. Todas las consultadas (casi todos los sellos valencianos y varios nacionales) dijeron lo mismo: el disco era fabuloso, pero difícil de vender. Malos tiempos para la lírica. Y todos declinaron la propuesta.

A finales del 2018 llegó a oídos de Vicent Marzá, conseller de Cultura, la situación de Eduardo Bort. Ahí empezó a cambiar todo. Marga Landete, directora adjunta de Música del Institut Valencià de Cultura y Eduardo Bort (el entendimiento entre músicos es fluido), acordaron organizar un gran concierto homenaje en el Teatro Principal de València a modo de reconocimiento y reivindicación de la figura de uno de los iconos de la cultura valenciana, desconocido para las generaciones jóvenes.

Y, por fin, Eduardo Bort vio la luz. Iba a tener su gran noche, y además el concierto se iba a grabar para editar un DVD que incluyera sus nuevas canciones. El entusiasmo del guitarrista se disparó casi en la misma medida que su condición física iba mermando. Pero no hizo ni una sola concesión a su enfermedad. Si tenían que ser tres horas de concierto, pues a por ellas. Si había que ensayar cuatro horas, sin excusas. Pactó con su médico el calendario de sesiones de quimio para compatibilizarlas con ensayos y concierto. Llamó a viejos colegas de la profesión, como Max Sunyer (Iceberg), Miguel Galán (Medina Azahara), el gran saxofonista y flautista Jorge Pardo o el cantante valenciano Julio Galcerà. También la soprano Belén Roig; la bailarina Lola Viar; las cantantes María Iturralde y Nadin Freesoul; además de Los Bodgies, su banda de los sesenta que reunía con frecuencia. El cantante Maelo Da Costa iba a ser la voz que recreara el primer álbum de Bort. Y una magnifica banda de jóvenes músicos. Solo le faltó su amigo Raimundo Amador, con quien ya había compartido escenarios, y que no pudo acudir.

El 22 de marzo de 2019 el Teatro Principal estaba a rebosar. La ola de entusiasmo y reconocimiento a la figura de Eduardo Bort rozó el lleno total. El concierto fue extraordinario. Y volvió a evidenciar lo inexplicable que resultaba que la fastuosa, colorida y lírica propuesta musical de Eduardo Bort hubiese estado olvidada tanto tiempo.

Eduardo acabó exhausto pero feliz, inmensamente feliz. Por fin vio de cerca el cariño y admiración de sus fans. Y sintió el calor del reconocimiento. Tanto al talentoso músico como a la persona a la que era imposible no querer: bueno hasta la inocencia, con un fino e inteligente sentido del humor, y con una generosidad infinita.

Tras el concierto, Eduardo Bort se zambulló en la producción del DVD del evento. Con la ayuda de Julio Martí, la idea era que ese disco sirviera de carta de presentación para actuar en festivales europeos afines a su música. Ese fue su empeño hasta sus últimos momentos. Pero a finales de 2019, su estado empeoró y en enero de este año fue ingresado en el IVO. Hasta que el pasado 26 de febrero las fuerzas le abandonaron definitivamente.

Tras la muerte de Eduardo Bort resurge la misma pregunta que resonó tras su triunfal concierto en el Principal. ¿Cómo pudimos olvidar este talento descomunal? La historia del rock valenciano no está sobrada de referentes que trasciendan nuestro territorio. Pero el primer vinilo de Eduardo Bort sigue siendo admirado, buscado y pagado a precio de oro por coleccionistas del planeta entero que reconocen una obra fundamental del rock sinfónico de todos los tiempos. ¿Cómo explicamos que aquí nos olvidamos de él y le negamos el pan y la sal?

La edición de la grabación del concierto, o incluso del disco que tenía prácticamente ultimado, sería un acto de mínima justicia con un genio como Eduardo Bort. Pero, sobre todo, sería un acto de reconciliación con nuestra capacidad para reconocer y proteger nuestros mejores talentos.

Arturo Blay

Arturo Blay

Editor del programa Hoy por Hoy Valencia desde 2023. Anteriormente editor de Hoy por Hoy Locos por Valencia...

 
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