Carmelo Gómez, en A vivir Madrid: "El teatro se percibe entre todos, no es una masa que piensa todo a la vez"

El actor Carmelo Gómez (Sahagún, 1962) nos visita en A Vivir Madrid para recorrer con nosotros su Madrid emocional. Tras una larga carrera en cine y teatro, Gómez se haya desde hace dos años representando la obra "Todas las Noches de un Día" en el Teatro Bellas Artes. "En la función el conflicto ya ocurrió, la acción ya ha ocurrido y en las palabras, los personajes van encontrándose con el espectador que va encontrando su trama".

Para Carmelo el teatro es el espacio de la imaginación del espectador. "Se percibe entre todos. No es una masa que piensa todo a la vez. Es un montón de individualidades que convierte el patio de butacas en un lugar mágico".

Empezamos su paseo por Madrid escuchando a Jorge Cafrune. "Yo oía mucho a Cafrune y esta canción me emocionaba. Oía como un niño perdía a su pajarito y en su caja de madera abre un hoyo, lo entierra y todos los días va a llorarle". Y lo relaciona con la plaza de Isabel II y con su llegada a Madrid, cuando la gran ciudad aún le parecía un monstruo inabarcable. "Allí estaba la escuela de arte dramático y yo me sentía con una parte de sueño y en esa plaza pasé muchas horas con mis compañeros y era un lugar de quedada".

La siguiente canción de la lista canción es Take this Waltz, de Leonard Cohen. Nos sentamos en la plaza de Santa Ana, en El Español, donde debutó Carmelo Gómez. "En este teatro aprendí muchísimo, tanto como en la escuela, porque veías el día a día de los actores. Yo hacía papeles muy pequeños y mi maestro en la escuela era el director. Fue un momento muy importante de mi vida".  El actor esperó con paciencia su momento haciendo de lancero, hasta que se fue haciendo hueco con sustituciones y pequeños textos. "Todo el mundo sueña con llegar a ser estrellas y ese es un camino muy corto. Lo importante es la gestión de ese éxito. La pasión de disfrutarlo. Pensar: "Este texto, que escribió un grande, está en mi boca"".

También recuerda con gran cariño el Dorín, un bar "donde íbamos todos después de la función. Era un lugar muy significativo, allí padsaba horas y horas escuchando a los grandes y tomando algo".

Y para terminar el paseo por su Madrid emocional, un clásico como el Parque del Retiro. "Durante mucho tiempo estuve haciendo romances de ciegos, casi todos trágicos o de crímenes horrorosos pero con un punto de humor. No lo hacía por dinero. Buscaba la posibilidad de poner un texto en boca y ponerme delante de un público".