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Microplasticos

La ULL detectará puntos negros de microplásticos en Canarias y los efectos sobre la fauna del Atlántico medio

El proyecto está compuesto por treinta y dos investigadores de seis centros académicos

Implamac cuenta con una financiación de más de un millón de euros para tres años más otro prorrogable

Playa Grande (Tenerife), Famara (Lanzarote) y Playa del Ámbar (La Graciosa) son ya "puntos negros" en el mapa costero canario

San Cristóbal de La Laguna

Desde hace cerca de diez años que se empezó a detectar que las arenas de las playas canarias también integran entre ellas restos de plásticos. Realmente, lo que ocurre ahora no puede resultar sorpresivo si desde los cincuenta se ha incrementado el uso de plástico hasta alcanzar ahora una producción estimada anual de 340 millones de toneladas de plástico completamente nuevas. De todo ello, también se estima que cerca de un 8% acaba directamente en el mar.

En pleno recorrido de la corriente atlántica del norte, que se mueve en el sentido de las agujas del reloj desde Canadá, pasando por Reino Unido y chocando por la costa occidental europea, Canarias lidera el único estudio académico de la Macaronesia sobre las consecuencias de la integración de los microplásticos en el ecosistema marino y en la tierra.

Fue en 2018 cuando un grupo de investigadores de la Universidad de La Laguna (ULL) optaron a desarrollar Implamac, un proyecto con financiación europea en el que participa la Universidad de Las Palmas, también la de Cabo Verde, Azores y dos centros de investigación de Madeira.

Javier Hernández, profesor de Química Analítica de la Universidad de La Laguna, sostiene una botella de procedencia asiática que forma parte de la basura marina detectada en la Playa del Ámbar, en La Graciosa

Javier Hernández, profesor de Química Analítica de la Universidad de La Laguna, sostiene una botella de procedencia asiática que forma parte de la basura marina detectada en la Playa del Ámbar, en La Graciosa / Cadena SER

Entre todos, suman treinta y dos investigadores que, desde la Universidad lagunera se coordinan para concluir un mapa de puntos negros y análisis de los efectos de los microplásticos antes del 2022 (más otro prorrogable), cuando está previsto que finalice el presupuesto de un millón trescientos cuarenta mil euros.

Oficialmente el proyecto ha comenzado en verano de 2019 y hasta entonces, “alguno de estos grupos ya había monitorizado microplásticos en alguna de sus playas. Cuando empezamos a hablar, concluimos que hay un origen de contaminación común por nuestra posición geográfica y que podríamos hacer una investigación conjunta”. Este fue el planteamiento inicial de Javier Hernández, profesor de Química Analítica de la ULL que insiste en la necesidad de plantear un estudio fundamentado sobre estos materiales.

Los microplásticos forman parte de lo que se denomina en el ámbito académico como basuras marinas y de la que “solamente vemos un uno por ciento” según los análisis de varios estudios que han servido de base para comenzar esta investigación.

La recogida de basura marina, en ocasiones, se conserva en tan buen estado que se puede determinar su origen exacto

La recogida de basura marina, en ocasiones, se conserva en tan buen estado que se puede determinar su origen exacto / Cadena SER

“Algunos tipos de plásticos, como los pvc, suelen ir al fondo; el resto, los de menos de cinco milímetros, permanecen en la superficie trasladándose de un lado a otro por las corrientes marinas; también se forman columnas que, en realidad, es un estado de transición hacia el fondo o hacia la superficie”, apunta Hernández.

En su laboratorio de la facultad de químicas, trabajan formalmente desde el mes de octubre de 2019. Entonces comenzó el análisis de cada una de las veinticinco playas que quieren testear, aunque existen en Canarias tres puntos negros detectados “sin necesidad de análisis profundo”.

Al ser preguntado por ello, este profesor del departamento de Química Analítica del centro superior, lamentó que “es evidente que la playa de Famara en Lanzarote, la Playa del Ámbar en La Graciosa y Playa Grande en Tenerife” están plenamente afectados. De hecho, son ubicaciones que “garantizan” observar el efecto de los microplásticos sobre la costa en prácticamente “cualquier momento del año”, aunque con especial incidencia en los meses de primavera y de otoño.

“Son playas con orientación norte o noreste que se ven afectadas por su ubicación y por las condiciones meteorológicas. Queremos convertir a la del municipio de Arico en un símbolo de nuestra investigación y que vaya más allá del análisis de la costa; en otras fases del proyecto también investigaremos sus consecuencias en alta mar”, subraya Hernández.

De hecho, el panorama en Playa Grande es tan desolador porque la reacción suele ser la misma por quienes se acercan a ella. A pesar de sus “aguas cristalinas”, cuenta el director del proyecto Implamac que durante la celebración de uno de los cursos de la Universidad de Verano de Adeje la reacción fue la esperada: “se les cayó el alma al suelo al ver que los microplásticos se veían claramente por toda la playa. Se hizo el silencio al trabajar ese día allí”.

Las lavadoras, principales generadoras de nanoplásaticos

La preocupación por los microplásticos se constata en las playas afectadas, pero frente a estos fragmentos de entre uno y cinco milímetros descompuestos por la incidencia de la luz del sol, el choque contra las rocas, los cambios de temperatura o el efecto del oxígeno, también se suma la de los nanoplásticos, los de menos de una micra de tamaño.

“En esta escala la recogida, la cuantificación y la detección se complican: Nuestra ropa libera muchas fibras sintéticas a través de los lavados. Las lavadoras de casa son nuestros grandes liberadores de fibra sintética al medio ambiente. El problema se nos hace mucho mayor porque está mucho más disperso y tenemos problemas para detectarlo”, sostiene Hernández.

Si los nanoplásticos se escapan en el medio natural de nuestra vista, no hay más que observar al complemento habitual del lavado, que es la secadora. Lo que habitualmente se denomina “pelusas” en realidad son grandes cantidades de fibras sintéticas acumuladas y compactadas en sus filtros.

No es lo habitual, pero si a una persona se le ocurriera diluir en un vaso de agua una porción de esas ‘pelusas’ hasta ser invisible para el ojo humano, lo cierto es que la ciencia todavía no tiene respuesta para conocer sus efectos: “Es una de las grandes líneas de investigación que se mantienen hoy. Lo que sabemos es que cuando un organismo marino ingesta un microplástico con un tamaño grande, se puede producir un desgarro y producir la muerte. En cambio, con las más pequeñas y que no se excretan, pasan al conducto digestivo y está por ver si luego tiene algún efecto”.

Además, los nanoplásticos acumulados en el mar destapan otro de los problemas más graves desde la perspectiva medioambiental. Estos materiales acumulados actúan como preconcentradores de tóxicos como DDT, otros plaguicidas o compuestos relacionados con los filtros solares y que también se han detectado en alguno de los restos detectados en Canarias.

“No es cuestión de alarmar. Hay unas autoridades que regulan cuando un compuesto se utiliza con un fin determinado y solo se venden si esos estudios determinan que es seguro para la salud. Que no planteen problemas, no significa que no sea conveniente su monitorización: serán los estudios los que determinen si se debe sustituir un compuesto o no y las autoridades las que los apliquen”, recuerda Hernández.

 
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