El manifiesto
La opinión de Juan Miguel Alonso (14/1/2020)
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León
En contra de lo que dicen los cenizos de la estadística demográfica, los legionarios somos una especie imposible de extinguir. Son muchos siglos ya chupando heladas y destripando terrones en Invernalia para que nos vayan a poder ahora los Lannister de Pucela. Hay en el homo legionensis un cruce mortífero entre la caraja hispánica de toda la vida y ese colmillo afilado que es capaz de llevarte un brazo sin apenas abrir la boca. Sobre todo a los propios, quiero decir.
Cuento esto al hilo de las sentidas quejas que muchos intelectuales nativos han elevado por no ser llamados a la firma del histórico manifiesto pro autonomía legionaria. A mi tampoco me llamaron, lo cual entiendo como un signo de inteligencia y lucidez entre los promotores, aunque gustosamente se la hubiera dado porque yo soy mucho de manifiestos, de proclamas y hasta de declaraciones juradas.
Compartamos o no sus lamentos y demandas, hay ahí 200 paisanos-barra-paisanas, algunos con muchos sexenios de lucha por el común, que han tirado un petardo en plena plaza mayor en mitad de la Procesión del Encuentro advirtiendo de lo que hay. Luego, habrá gente que hable de paletismo, de boinas y tal, pero, de momento, el personal ha abierto los ojos y aguzado el oído, para ver qué es lo que pasa.
Y que son 200, alguno más de los que se unieron el domingo a la manifa de Vox para proteger la unidad de la patria ante el gobierno felón. Y eso que se la pusieron a la salida de misa de 12 en San Marcelo. Pero ni así. No hay manera, tú.
Pasa igual que con el leonesismo de Matías Llorente, quien no ve tempero para la moción leonesista en la Diputación de la que es vicepresidente por la Unión del Pueblo Leonés. Así, Matías, no hay Dios que siembre la buena nueva y todo es barbecho.