Murcia: ¿Ciudad medieval?

Murcia

Murcia, de la noche a la mañana, como por arte de birlibirloque, se ha convertido, señoras y señores, en Ciudad Medieval. Como lo oyen: Ciudad Medieval.

Por lo menos eso es lo que indican las tachuelas de metal que alguien ha colocado en el suelo de nuestras calles, supongo que siguiendo el itinerario de la vieja –y ya casi desaparecida– muralla.

Es, a buen seguro, otro de los inventos del alcalde más imaginativo, más pregonero, más pirotécnico y más celebrafiestas de la historia de Murcia. El alcalde con más luces, como he dicho en más de una ocasión.

El alcalde Ballesta, al parecer, quiere convertir nuestra ciudad en un imposible destino turístico. Digo imposible porque hace muy poco por lo que de verdad vale la pena.

De entrada, esas pequeñas inscripciones con la leyenda de "Murcia Medieval" que ha puesto por doquier y que vamos pisando sin que apenas nos demos cuenta, sirven de muy poco –de casi nada– si no contextualizamos por qué están ahí, cuál es su suporte histórico.

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Desde el gobierno de la Glorieta se reivindica un pasado medieval, pero, curiosamente, paradójicamente, deja por completo abandonados enclaves de esa época, como nuestras norias, nuestras acequias, nuestros regadíos y aquellos rincones y lugares de la Huerta que sí nos identifican con la época del Rey Sabio, allá por el siglo XIII.

Olvida, pues, el señor Regidor lo básico para centrarse en minucias que sólo sirven de cara a la galería, como un auténtico engañabobos que se ha sacado, una vez más, de la manga.

Pero lo que más me ha llamado la atención en estos últimos tiempos es su afán de protagonismo incontrolado y hasta cierto punto ofensivo.

Lo vengo a decir porque ha borrado, de un plumazo, al concejal de Cultura, al resignado y siempre obediente Jesús Pacheco, que, si se han fijado ustedes, hasta en las cuestiones propias de su concejalía, figura, en todo momento, un par de pasos por detrás del todopoderoso alcalde, al que, desde aquí, como hombre culto y leído que es, le regalo una cita de Charles Dickens: "Hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños. Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes". Ahí queda eso.