Viejos nombres, nuevos profetas
El nombre de la vieja calle Larga del Engonari fue sustituido por el de Balmes en 1877, nombre que todavía ostenta

Callejeando (18-12-2019): "Viejos nombres, nuevos profetas"
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Valencia
Algunas de las vetustas calles del centro histórico de la ciudad tenían todavía bien entrado el siglo XIX, nombres vulgares, puestos por el vulgo e impuestos por la tradición y la costumbre. Denominaciones que no pasaban el filtro de la nueva corriente estética y moral impuesta en el espacio público por parte de una administración que no solo quería controlar el censo y fiscalizar los bienes inmuebles, sino también instrumentalizar la toponimia urbana.
Bajo este pretexto, la vieja toponimia funcional desapareció de nuestras calles para dar paso a la toponimia conmemorativa. Es cierto que existían muchos nombres repetidos, extraños y con escaso valor patrimonial, pero en otros casos se perdieron auténticos fósiles toponímicos que ahora nos ayudarían a entender un poco mejor la ciudad y su evolución urbana.
La vieja calle Larga del Engonari, actual de Balmes, es un buen ejemplo de la limpieza onomástica llevada a cabo durante el siglo XIX. Enclavada en el barrio de Velluters, antiguo arrabal y ensanche de la ciudad previo a la construcción de las murallas cristianas, el primer nombre registrado de esta vía fue Huerto de Mercader porque a ella recaían las tapias del huerto de la familia Mercader. Ya en el siglo XVII, su nombre más común fue el de Cofraria dels Fusters por hallarse establecida en ella la cofradía de los carpinteros, tal y como recoge una providencia del Almotacén de 1695. Y por último, desde el siglo XVIII, fue bautizada por el vulgo como Larga del Engonari debido a su peculiar topografía. Se trataba de una de las calles más largas de la ciudad, pero se diferenciaba del resto en que al principio su trazado se curvaba formando un ángulo para evitar el antiguo convento de monjas del Pie de la Cruz. Es por ello que también la podemos encontrar bajo la denominación de calle del Angular o Angularis, que por corrupción de la voz acabó en Engonari.
Pero este extraño e indecoroso nombre, como el de otras muchas calles y plazas de la ciudad, no casaba con el espíritu liberal decimonónico y fue cambiado el 1 de agosto de 1877 por el de uno de los profetas de la Restauración borbónica: el humanista catalán Jaime Balmes (Vich, 1810-1848), reconocido como una de las grandes figuras de la filosofía cristiana española. Balmes estudió gramática, retórica y filosofía en el Seminario de Vich, donde fue ordenado sacerdote en 1834. Fue un escritor fecundo y de notable éxito, convirtiéndose en uno de los personajes más reconocidos en la España Isabelina. Balmes consideraba que la religión católica era el alma de la nación y de la monarquía española y abogaba por un sistema de gobierno fundamentado en el cristianismo. Este pensamiento le hizo ser venerado por muchos y odiado por otros. Murió de tuberculosis con 38 años y tras la restauración borbónica de 1875 su nombre fue rotulado en muchas calles de nuestro país. En València, una calle y un colegio, llevan el nombre de Jaime Balmes.