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Sucesos y acusaciones de cuando las brujas de Cuenca elegían a los niños

Rescatamos varios ejemplos ocurridos en distintos puntos de la ciudad de Cuenca en el siglo XVII y en otros puntos de la provincia

El Aquelarre, pintura negra de Francisco de Goya. / Wikipedia

Cuenca

Cuenca sufrió una psicosis de brujería en la que muchas mujeres fueron acusadas y juzgadas por brujas. Sucedieron hechos horribles donde se hablaba de que las partícipes habían sido estas mujeres y que habían hecho un pacto con el diablo. Muertes de niños de forma incompresibles, en la noche, a la oscuridad de los candiles; heridas y señales que sólo alguien con la maldad innata podría habérselas ocasionado; casos documentados de muertes de bebés donde describen cómo, en noches anteriores, las brujas habían visitado sus casas para llevarse a sus pequeños. De todo esto hablamos en el programa Misterios Conquenses de esta semana que coordinan Sheila Gutiérrez y Miguel Linares, que emitimos los martes en Hoy por Hoy Cuenca, sobre ejemplos extraídos de dos fuentes documentales como son los libros Realidades de la brujería en el siglo XVII: entre la Europa de la caza de brujas y el racionalismo hispánico, de Anna Armengol, y Brujería y Hechicería en el obispado de Cuenca de Heliodoro Cordente.

Sucesos y acusaciones de cuando las brujas de Cuenca elegían a los niños

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Cuando hablamos de brujas, de sus creencias, persecución y destino, sabemos que en muchos casos esta información ha sido alterada, manipulada y en alguna ocasión hasta inventada. Por eso deberíamos indagar un poco más en esa verdad a medias, donde muchas mujeres murieron quemadas, torturadas y vejadas de manera injusta y es que el dicho dice: Nadie es tan malo ni nadie es tan bueno.

Durante los años en los que la brujearía estuvo en auge hubo mucha controversia, rumores sobre sucesos donde se habían visto brujas volando sobre los tejados, ganado muerto y mil historias más nos llegaban ya distorsionadas.

Un caso similar al que ocurrió en el barrio de Mangana y que tuvo a todo el vecindario atemorizado. Aunque como padres, vecinos o hijos debemos entender cómo era el pensamiento de cualquier ciudadano ante estas noticias. Y es que, como se menciona en el libro de Anna Armengol ,en este período la brujería fue un fenómeno esencialmente rural.

Grabado de Francisco de Goya de la serie &#039;Los Caprichos&#039; sobre el tema de la brujería titulado &#039;Linda maestra&#039;.

Grabado de Francisco de Goya de la serie 'Los Caprichos' sobre el tema de la brujería titulado 'Linda maestra'. / Wikipedia

La localización rural de la brujería se atribuye habitualmente a las creencias supersticiosas del campesinado donde se imponía la afirmación de que entre la bruja y el diablo existía un contrato legal según el cual el éste proporcionaba salud u otra forma de poder terrenal a cambio de servicios y la potestad sobre el alma después de la muerte. Este pacto en algunas ocasiones implicaba prácticas mágicas, un culto colectivo y participar en ritos blasfemos, inmorales y obscenos.

En la mayoría de las regiones, las mujeres catalogadas como brujas eran personas no casadas y sobre todo viudas. Esto nos hace pensar que el rendir culto a un ser masculino, a ese macho cabrío era muy entendible, ya que cubría la necesidad de sentirse amada o protegida por un ser superior, un hombre, llenando un hueco tan necesario en esa época y satisfaciendo todas sus necesidades.

Y aquí es donde queríamos llegar. Eran mujeres solitarias, donde en sus reuniones sólo había féminas, donde la posibilidad de ser madres había desaparecido, y de ahí quizá esa obsesión con los niños y los recién nacidos, o la posibilidad de robarlos para utilizarlos y es que como está documentado estas brujas “por las noches se introducían en las chimeneas, entraban a las casas, robaban a los recién nacidos, los mataban y le sacaban los órganos y la grasa para fabricar ungüentos”. Eran mucho el odio que se les tenía a estas mujeres por estos actos, pero más era el miedo a las represalias y por este motivo les ofrecían comida, regalos y limosnas para que protegieses y curasen a sus bebés.

En una ocasión una vecina de Cuenca acaba de dar a luz y en unos rumores le hablaron de la aparición de unos ocho bebés muertos y que, por supuesto, tal acto se le achacaba a las brujas. El miedo se apoderó de esta mujer y decidió pedir ayuda a una de las brujas más conocidas, la Lorcha. Fue a visitarla para pedirle consejos y cómo proteger a su recién nacido: “Decid Lorcha ¿qué haría yo para que esta mi niña no me la hagan mal las braquias?

A lo que Lorcha contestó: « No sé yo nada de eso hija, yo he oído decir que es bueno ponerles el Evangelio de Saint Juan e una lumbre e un grano de aljófar e un poco de moral de la mañana de San Juan»

En esta ocasión la madre quedó satisfecha y no se lanzó contra la supuesta bruja ninguna acusación, pero no corrió tanta suerte una mujer llamada La Morilla, vecina de Pareja, en Guadalajara, a quien se la acusa de la muerte de varios niños por los alrededores.

Durante este proceso también se apresó a sus hijas y a una compañera, quienes afirmaron ser brujas y colaborar en aquelarres, una confesión arrancada y aceptada con tal de no sufrir tormento. Afortunadamente este veredicto se anuló ya se supo que habían sido casi obligadas a decir todo aquello con tal de no morir, aunque la Morillas no se libró de su castigo: estando apresada en la fortaleza del pueblo murió en extrañas circunstancias al precipitarse misteriosamente por una ventana del castillo.

Vamos a repasar algunos casos en los que los niños fueron elegidos como presas de estas mujeres. La primera denuncia que encontramos fue remitida el 20 de Junio de 1519, en Villalba del Rey. Una mujer llamada Juana narró el hecho de que hacía 16 años las brujas mataron a su niña, pero que este acto se quiso repetir recientemente ya que acababa de tener un bebé.

Describió el suceso de la primera hija, recién nacida, a la que se la encontró con la boca y nariz llena de sangre, con cardenales en las piernas, los cuales parecían tener la forma de una mano. Que por el miedo a que esto pasara había estado tres días despierta con el candil encendido y que la noche de la muerte de su hija escuchó como a dos mujeres en la chimenea de la cocina y que cuando fue a ver cómo estaba la niña, descubrió que estaba muerta, y entonces oyó la tranca de la puerta.

Pero no fue un caso aislado, tenemos que hablar de la muerte de otro niño en la calle de la Moneda, en el casco antiguo de Cuenca, hijo de un carpintero, y al que se le encontró en similares circunstancias que la niña anterior. Tenía moratones por todo el cuerpo y había muerto por asfixia. Los padres, ante el Santo Oficio declararon que el niño se encontraba con la boca abierta y la lengua fuera, como con un color negruzco. La otra hija de cinco años declaró por la noche que vio a una mujer con una faldilla blanca, que se puso de rodillas encima de la cama y la metió los dedos en la boca para que no llorara, y la dio un bofetón. El bebé estaba en la orilla de la cama, se echó sobre él y lo ahogó. Al salir sopló el candil y lo apagó.

Esta declaración no acaba aquí ya que Magdalena, que así era como se llamaba la madre, testificó que la noche anterior, antes de dormirse, presintió que las brujas irían a matar a su bebé. Que ya la semana anterior había escuchado pasos y el ruido de la paja al pisarla, los escuchó junto a la cama, y que por este motivo siempre dejaba el candil encendido con aceite suficiente para que no apagara en toda la noche. Y al despertarse en mitad de la noche y verlo encendido sabía que algo malo había ocurrido.

Se hablaba de otras dos mujeres, la Acerroja y Marir Hervás, las cuales fueron acusadas de brujas, pero también debemos nombrar a María de Moya, todas acusadas por Magdalena la mamá del último niño encontrado muerto quien se bastó de dos sucesos en los que estas mujeres no contestaron debidamente para ir casi de inmediato a denunciarlas.

Narró como a María de Moya se la encontró y esta la preguntó que a donde iba, contestándola que iba a rezar a San Julián para que las brujas no mataran a los niños que les quedaban, una respuesta que hizo que aquella mujer que había preguntado se quedara pensativa.

También contó otro episodio en el que, encontrándose amortajando el cadáver de su hijo, entró Mari Hervas en actitud sospechosa, comiendo pan y hablando de forma despectiva, y en el momento en que la apenada madre le contó que a su hijo se lo habían matado las brujas, se dio media vuelta y no dijo ni un “Quedaos con Dios”, algo muy común dicho a modo de respeto. Fijaos de como con simples gestos, algunos inadecuados, bastaban para juzgar, tachar, apresar e incluso lanzar a una persona a una muerte horrenda.

Con estas declaraciones se desató un gran problema que se ha repetido en muchas ocasiones en los que los casos y episodios sobrenaturales acontecen. Se llama el efecto contagio, y es que tras estas declaraciones, a una lista que cada día iba creciendo más y más, se le fue añadiendo casos de personas de la zona que no se habían atrevido a contar que a ellos también les había matado a sus hijos.

Según nos explica la sociología y la psicología cuando en una zona concreta se concentran una serie de sucesos, en este caso de muertes de niños, casi por arte de magia comienzan a conocerse casos similares también ocurridos por esa mismo lugar, un contagio de información donde la más mínima coincidencia con el suceso les hace hablar y compartir, teniendo los mismas pérdidas, sentimientos, y en muchos de los casos empatizando hasta niveles exagerados, como es el caso de suicidios. Mismos problemas, misma solución por eso en algunos casos los medios intentan no exponer toda la información.

En caso de fenómenos paranormales es muy común el efecto contagio. De repente comienzan a salir a la palestra casos parecidos por la misma zona y alrededores del suceso inicial.

Y esto mismo es lo que pasó tras saberse que en Cuenca los niños morían a manos de las brujas. Estos hechos era de lo que único que se hablaba en la cuidad y pueblos cercanos. Y hasta el Santo Oficio acudió una mujer llamada Mari Martinez del Canal, declaró que a ella también la había matado a su hijo de cinco meses. Que una noche se despertó sobresaltada y vio que el candil estaba apagado, aquella noche se había acostado con el bebé, al cual no encontraba, tanteó la cama y allí lo encontró, con medio cuerpo colgando, la boca negra, con todo el lado derecho pellizcado y con numerosos mordiscos. En este caso se acusó a una mujer que vivía en Beamud, a quien la habían despedido de la casa donde trabajaba por alborotadora, salir de noche y estar siempre hablando de brujas.

Podemos añadir el caso de Mateo Muñoz, vecino de Cuenca quien aseguró que las brujas le habían matado a dos hijos. Que una noche mientras los pequeños dormían con su madre, esta le despertó para decirle que encima de la cama había un gato negro que había intentado atacar a los niños. El felino apagó el candil y comenzaron a llorar. Esa vez no pudieron matarlos pero que al final lo consiguieron.

 
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