Intangible
Medimos el bienestar, la felicidad, la bolsa en España, Europa, Japón, Estados Unidos, el barril de Brent, la velocidad de los animales más rápidos, el tiempo del coito y el mercado de futuros
Madrid
Acostumbrados a perseguir la certidumbre para constatar que hemos salido del Estado de naturaleza, natural y salvaje, hemos creado unidades de medida para todo. Índices para medir incluso lo inmensurable. Medimos el bienestar, la felicidad, la bolsa en España, Europa, Japón, Estados Unidos, el barril de Brent, la velocidad de los animales más rápidos, el tiempo del coito y el mercado de futuros.
Pero la mentalidad economicista, que ha colocado las leyes del dinero y los negocios en una posición aún más privilegiada en las últimas décadas, ha circunscrito toda idea de certidumbre a la economía. Los marcos de certezas se aceptan como necesarios cuando los exigen las empresas y los inversores, porque el dinero necesita seguridades. Y sin embargo, el resultado de todo es un mundo más incierto, más imprevisible, lleno de giros inesperados y trabajadores que no saben si cobrarán pensión ni si tendrán vivienda.
En este marco, donde todas las cosas que vale la pena medir y aquellas por las que vale la pena apretar se miden en dinero, palidece el valor de lo intangible. Nada que no tenga un precio claro, una traducción en moneda, parece tener sentido, incluso aunque sepamos que, de algún modo, es rentable. Que a un cliente de 'R' le atendieran en gallego cuando llamaba por teléfono podía no computarse en el balance de cuentas. Pero estaba ahí, de algún modo. En la satisfacción, que se volvió intangible, en el sentimiento de pertenencia, que se volvió intangible y en todos los intangibles que componen las certezas que ya no parecen importar