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Antonio Pérez Girón

"Una serie de televisión sobre Jesús Gil"

La justicia demostró que gente actuaba al margen de la ley había gobernado vendiendo un bonito envoltorio de una gestión

Firma Antonio Pérez Girón "Recuerdo del Gilismo"

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San Roque

Una serie de televisión sobre la vida del Jesús Gil, el empresario y alcalde de Marbella desde 1991 a 2002, ha servido para recordar aquel fenómeno político que traspasó los límites de esa ciudad y de su vecina Estepona, sus tradicionales feudos. En 1999 el GIL, el partido creado por el empresario soriano, decidió desembarcar en otros puntos, haciéndose con varios ayuntamientos de la provincia de Málaga y uno del Campo de Gibraltar, así como con el gobierno de la ciudad autónoma de Ceuta y cerca estuvo de hacerlo con la de Melilla. Esto último espoleó a los partidos tradicionales para cortar el paso a quien ya se debatía de juzgado en juzgado por sus actividades ilícitas.

Cuando recuerdo aquellos años y pienso en todo lo que movió el dinero generado por la maquinaria gilista, con el saqueo de las arcas públicas sin medida y en beneficio propio, me vienen nombres de los “mensajeros” que presentaban a Gil como un “mesías” que en la comarca iba a solucionar todos los problemas. Gente a sueldo de los intereses de una organización económica ilegal disfrazada de partido político. Y gente que, defraudados por la política que se desarrollaba en sus ciudades -con la mejor fe-, se apuntaban a ese “terremoto” que iba a poner “las cosas en su sitio”, a solucionar los problemas de seguridad y a limpiar las calles. Artículos y comentarios de elogio al alcalde de La Línea, Juan Carlos Juárez, gilista fabricado en Madrid, como el candidato fracasado en San Roque, Carlos Santos. Y muchos ciudadanos a los que no les importaba manifestar que les daba igual si los gilistas robaban, porque “los demás también roban y encima no hacen nada por la ciudad”.

Un artículo de Nacho Sánchez en el diario El País se hacía eco de ese sentimiento que todavía perdura en muchos vecinos de Marbella. Una ciudad que perdió la mayor parte del suelo público durante el mandato de Gil, con construcciones ilegales; con infraestructuras insuficientes en materia de centros de salud (la actual alcaldesa ha licitado dos nuevos para el próximo año), de institutos de secundaria, de saneamiento y de zonas verdes. Y con una deuda municipal a la Seguridad Social asfixiante (200 millones de euros), pues el clientelismo de aquella época “dorada” hizo que de 600 trabajadores municipales se pasara a 4.000.

La justicia demostró que gente que actuaba al margen de la ley había gobernado vendiendo un bonito envoltorio de una gestión, que, como en el caso de Marbella, había servido para llevar a una ciudad próspera al abismo de la quiebra económica. Con gestión democrática y legal se ha ido reduciendo esa enorme hipoteca que atenaza al municipio. Y, sin duda, se superará con el tiempo. No sé si ocurrirá lo mismo con la mentalidad de parte de la ciudadanía, incapaz de entender que lo público es sagrado, que quien lo profana en su propio interés, lo hace contra los intereses generales. Que los robados, al principio y al final, somos todos.

 
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