Giacomo Casanova, el "ligón" de Madrid
Hablar de Casanova es hablar de seducción y de conquistas fáciles. Pero además de todas las facetas más frívolas que le pueden achacar a este veneciano nacido en 1725, hay que decir que fue músico, escritor, diplomático, quizá espía y que, además, pasó unos meses en Madrid

Giacomo Casanova, el “ligón” de Madrid
17:56
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Madrid
Hablar de una figura como la de Casanova en la España de Carlos III en donde decir que la moralidad era conservadora, empleando un calificativo demasiado generoso, nos tiene que hacer pensar cómo pudo funcionar un tipo así por estos lares. Realmente a él le gustó nuestro país. Decía de él que era hermoso y un magnífico lugar para vivir, pero al mismo tiempo no tenía buena química con nosotros y todo aquello que le sonara a español, al final le recordaba a pueblerino, atrasado, vago y demás lindezas que nos echó. En su autobiografía, Historia de mi vida dice que conquistó a 132 mujeres, imaginamos que algunas de ellas en Madrid, ciudad que visitó seguramente en 1767 cuando contaba con 42 años, muy madurito para aquella época.
Ligando en Madrid
El libro que tiene partes que parecen recordar a un viejo tratado de ciencia, pero de la ciencia del amor en este caso, señala que “El español convierte en cuestión de honra el más mínimo desliz de la mujer que le pertenece. Las intrigas de amor son en extremo misteriosas y llenas, según me dijeron, de peligros”.
Sabemos por otras fuentes históricas que los duelos de honor eran muy comunes en la época. Y que incluso muchas mujeres aparecían muertas en la calle debido a, probablemente, haber engañado a un enfurecido marido.
Ay Casanova... aquí se topó con la Inquisición que debió de ponérselas canutas para beneficiarse a las mozas que había puesto en el centro de la diana. Sabemos poco realmente de esas mujeres. Ni siquiera han llegado sus nombres hasta hoy, y son todos rumores y, viniendo de él, seguramente exageraciones de un anciano cuya historia y fama le precedía y que es posible que se la acabara creyendo.