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Comienza el envero en la Ribera

El último informe de situación del viñedo del Consejo Regulador refleja el excepcional estado sanitario del cultivo que presenta un ligero retraso de cinco días sobre las fechas habituales del ciclo vegetativo en la comarca

José I. Berdón / CRDO Ribera del Duero

RIBERA DEL DUERO

Las uvas están comenzando a pintarse de morado en la Ribera, y lo que es más importante, presentado un estado sanitario excepcional. Así lo indica el Servicio de Experimentación y ensayo del Consejo Regulador en su último informe de situación del viñedo, donde indica que el envero se generalizará entre los días 16 y 18 de agosto, cuando la mitad de las uvas hayan cambiado ya de color, con un ligero retraso de unos cinco días sobre un año medio. El responsable de este departamento, Alberto Tobes considera, además, que tanto las condiciones meteorológicas de las últimas semanas, como las que se anuncian para las próximas, con ausencia de precipitaciones acelerarán la maduración y podría hacer que se recupere el calendario de un año medio.

El envero es un indicador aproximado de la fecha de la vendimia, que en una campaña normal se producen entre 40 y 45 días después de la fecha de generalización del envero. Un plazo que tiene su importancia para garantizar la calidad de la uva y planificar a qué tipo de vino se quiere destinar, porque el momento en que la uva comienza a pintarse es cuando el viticultor puede determinar labores de aclareo. “Es el momento del envero cuando ves qué racimos hay que conservar: los que está madurando mejor, los que parecen que están más sanos, a los que les va a dar mejor al insolación o el viento, para evitar humedades y enfermedades... Y los que están peor expuestos, han madurado peor o están en viñas que tienen mucha carga son los que hay que seleccionar para eliminar.” Recuerda Tobes que también hay que tener en cuenta qué vinos se quieren hacer con cada uva porque “no por tener poca carga va a ser lo mejor para todos los tipos de vinos. Quizá queramos un rosado más fresquito o un joven, para los que nos vendría bien tener más carga porque va a dar un poquito más de acidez o menos grado” explica Tobes. “Quizá buscamos una maduración polifenólica muy intensa, entonces hay que apostar por un poco menos de carga.” Eso sí, la voluntad del viticultor no puede nunca sobrepasar el límite establecido por el Consejo Regulador que como norma general es de 7.500 kilos por hectárea.

En cuanto al estado sanitario del viñedo y el riesgo de enfermedad o plaga lo más destacado es la aparición, como cada año por esas fechas, de algunos síntomas de oidio, de momento de forma anecdótica, por lo que los servicios técnicos del Consejo recomiendan vigilar muy de cerca los posibles ataques de esta enfermedad en el viñedo “para lograr combatirlos de manera temprana y eficaz.” Por lo demás el Jefe de Experimentación del Consejo dice que el viñedo está fantástico, porque la meteorología seca pone freno a las enfermedades fúngicas cuyo caldo de cultivo es la humedad.

Condiciones climatológicas

El informe, fechado el 30 de julio, indica que las parcelas se encuentran mayoritariamente en estado fenológico de cierre de racimos, pero que ya hay otros enverando, cada día en un mayor número de parcelas. Por el contrario también hay terrenos con el cultivo más retrasado donde la baya se encuentra en el estado denominado tamaño guisante.

A este punto se ha llegado después de que en junio y julio se hayan registrado temperaturas más altas de la media, aunque en el resto de la temporada hayan sido normales para esta zona.

La pluviometría ha sido inferior a lo esperado, con un balance global por debajo de los registros históricos. De todos modos, aunque escasas, las precipitaciones de esta campaña han sido perfectamente aprovechadas por el viñedo debido a su buen reparto en el tiempo y a la forma en que se produjeron, de una manera continuada pero suave. Por lo que se refiere a las heladas tanto en invierno como en primavera fueron menores de lo habitual, con el episodio más relevante registrado en la madrugada de los días 4 y 6 de mayo, aunque las consecuencias fueron anecdóticas y de escasa importancia. Lo mismo cabe decir de algunas tormentas acompañadas de granizo que se produjeron la primera quincena de julio, entre los días 3 y 13, que “al venir acompañados de abundante agua reducen los daños en la mayoría de los casos a pequeñas heridas en alguna de las uvas, que posteriormente y gracias a las idóneas condiciones meteorológicas y las correctas actuaciones de los viticultores han cicatrizado las bayas dañadas y están permitiendo el correcto desarrollo del resto de las uvas”

 

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