El último transhumante de Linares de Mora dice adiós
Joaquín Guillamón, con cinco décadas de recorridos entre la provincia de Teruel y de Valencia, venderá su rebaño. Con su jubilación, la actividad desaparece en su municipio
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El pastor, con su rebaño de unas 500 ovejas, durante su trabajo / David Cantillo (ORADEA PHOTOGRAPHER)
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Zaragoza
A los 17 años comenzó "no por obligación, porque me gustaba", aunque confiesa a continuación que "no quedaba otra". Y ahora, podría continuar porque le quedan fuerzas y, sobre todo, el gusanillo, pero "en algún momento hay que dejarlo, aunque lo voy a echar de menos". Es Joaquín Guillamón, el último pastor transhumante que queda en la localidad de Linares de Mora, que durante decenas de años ha bajado hasta la provincia de Valencia, desplazamientos para los que utilizaba "una semana y dormía por ahí en cualquier sitio, aunque ahora ya tenemos casa propia. Dejo el ganado y me vienen a recoger en coche".
LV JOAQUIN GUILLAMON ULTIMO PASTOR TRA
09:33
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En una profesión tan antigua o más como los primeros legajos de la historia, cuando desaparece un profesional de los que quedan pocos (y algunos de ellos en la Sierra de Albarracín), la España Vaciada aún amplía su hueco. Este transhumante, cuya historia está también vinculada al Grupo Pastores, reconoce que ahora su mujer le echa algo más que una mano: "ella encierra la mitad del rebaño...estamos en la época de la igualdad", bromea Guillamón. Esta tarde, en La Ventana de Aragón, ha desvelado que espera poder vender sus 500 cabezas de ganado este próximo otoño. Quizá será entonces momento de retomar una de sus pasiones ocultas, porque "escribir me gusta, en cualquier momento saco un papel y me pongo a escribir lo que se me ocurre. Nada importante, pero, ¿quién sabe? A lo mejor saco un libro de mi vida", asegura en tono jocoso.
En la entrevista del programa nos cuenta cómo se llaman sus perros, su amor por los animales e, incluso, lanza el dardo a los jóvenes porque "ahora llega el fin de semana y a descansar, o se marchan a la playa...Ya no trabajan como nosotros", lamenta. En noviembre, la transhumancia quedará para la historia, la que Joaquiín escribió entre peñascos, tormentas y cencerros, más de un resbalón, sonrisas en cada nacimiento y disgustos, como aquél perro al que mató un coche. Las colinas que bajó tantas veces le dicen adiós ahora, secas, convertidas casi en paja por el sofocante verano y, posiblemente, algo mustias porque muchas ya no tendrán siquiera nadie quien las pise.