Me quedo muerta
La opinión de Juan Miguel Alonso (17/6/2019)
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León
Cuando se observa que en Madrid va a gobernar el soltero de oro Almeida en lugar de Manuela Carmena, o que esa Comunidad será dirigida por Díaz Ayuso en vez de Ángel Gabilondo, a uno le entran serias dudas, no ya sobre la democracia, sino sobre la salud mental y moral del universo mundo.
Donde caben menos dudas es en la miseria del pacto cuatripartito que devolverá la alcaldía de Villaquilambre a Manolín. Aquí el sentimiento es de vergüenza y sonrojo, aunque limitado, porque los protagonistas lo son todo en el drama y aquí el elenco es de altura.
Lázaro nunca ha sido de otro partido más que de sí mismo. Y agarrado a la ubre municipal desde hace décadas es de una ingenuidad muy naíf pensar que ahora fuera a ser distinto. Hace seis meses apoyó una moción de censura para echar al mismo que ahora repone.
El firmante por Ciudadanos del apaño era candidato por el PSOE en las anteriores municipales y el independiente por Vive Villaquilambre ha firmado durante años y años como sindicalista manifiestos contra el mismo PP por negarse a crear un Instituto de Secundaria en ese municipio, a pesar de ser el único en Castilla y León con esa población que no contaba con él. Es lo que tiene ser adalid de la escuela pública, pero llevar a los niños a la privada.
Se nos venderá que esta caída paulina del caballo por parte del PP forma parte de la normalidad cósmica, que ahora creará instituto, centro de salud, y se cepillará la planta de biomasa que con tanto ahínco impulsó, pero es más plausible creer que la salud de las cuentas corrientes, el suave roce con la moquetas y la fragancia que trae siempre el contacto con los poderosos serán capaces de tapar el hedor que desprenden algunas maniobras infames.
