Pink pepper: las chicas son guerreras
Rocía y Marta apostaron todo o nada cuando cambiaron Londres por Rota hace seis años. Ahora triunfan con su propio local que combina cocina japonesa, tex mex y pizzas gourmet
Jerez de la Frontera
La carta del Pink pepper la componen casi doscientos platos. No les exagero nada. Sushi, burger, pizzería, japonés, mexicano... Aparentemente, un caos. Una torre de Babel gastronómica sin mucho sentido. En la práctica, una experiencia tan singular como recomendable.
Ya les tomé la matrícula en la última Feria de la Pizza de Rota. En su segunda edición, como en la primera, la pimienta rosa hizo enloquecer a un público que aguardaba pacientemente su turno en la cola frente al stand deseoso de probar las originales pizzas gourmet india, japonesa, canaria, la de la abuela y la pink pepper (con una original salsa del piquillo y morcilla de Burgos). Masa fina y crujente, ingredientes originales y con sentido, buena calidad…
Visitar Pink pepper formaba parte de un plan B, ya que mi intención inicial era asistir a la inauguración de Los Napolitanos, en plena Costilla. Tras el éxito obtenido en Cádiz, Marcello y Álvaro Moreno de la Santa, compañero de Canal Sur, han desembarcado en Rota con sus famosas y auténticas pizzas napolitanas y sus afamados spaghetti con albóndigas. Al llegar, no se cabía ni dentro ni fuera del local, por lo que decidí aplazar la visita a otro momento mejor.
Al escribir en el geolocalizador del coche "Pink pepper" me aparecía como restaurante japonés, lo que me despistaba bastante, convencido como estaba de que se trataba de una pizzería.
La historia de Pink pepper es la historia de Rocío y Marta. Ambas proceden de mundos muy distintos. La primera roteña y la segunda barcelonesa. Cuando se conocieron, residían y trabajaban en Londres, donde habían ido a aprender inglés en los primeros años del nuevo siglo y a probar suerte en el mundo laboral. Coincidieron en la famosa cadena de restaurantes Yo! Sushi. La historia de su fundador, Simon Woodroffe, es realmente inspiradora. Tras años dedicados a la industria de la televisión y de la música, a mediados de los noventa se encontraba sin empleo, sin ahorros y su vida personal hecha unos zorros en pleno divorcio de su esposa. La desesperación fue su fuente de inspiración. Diez años después de esto había construido un imperio que vendió a cambio de una suma multimillonaria y hoy la cadena cuenta con 70 sucursales repartidas por todo el mundo.
Marta y Rocío habían empezado en Yo! Sushi desde cero y poco a poco fueron subiendo peldaños y ampliando conocimientos y experiencia. Marta se centraba en la cocina y Rocío más en la gestión y organización. Sin saberlo, estaban cimentando un tándem que iba a darles con los años grandes satisfacciones profesionales.
En 2013, hablando con su hermana por teléfono, a Rocío le da un ataque de morriña y dos meses después ambas dejan Londres por Rota. La ruptura fue total. Desandaron 2.300 kilómetros de norte a sur con las maletas llenas de ilusiones. También de dudas. El cuerpo les pedía abrir un local de comida japonesa exclusivamente, lo cual hoy no sería ninguna novedad. Hace seis años sí. Demasiado riesgo de una sola tacada. La Villa no era el Soho.
Echando un vistazo alrededor, comprendieron que lo más aconsejable era adaptarse a la oferta que ya funcionaba gracias a la influencia de la Base. Por eso, la carta fue desde el principio esa especie de torre de Babel en la que la comida tex mex compartía espacio con la japonesa y unas pizzas que empezaron a llamar muy pronto la atención.
La apertura de Pink pepper se hizo efectiva antes del verano de 2016, en un modesto local de apenas 100 metros cuadrados en la avenida de la Diputación. La temporada no pudo ir mejor, con llenos casi a diario. El local se les quedó pequeño y al terminar los meses estivales ampliaron el restaurante con el local anexo que dejaba vacío un italiano que no había corrido la misma suerte. Sin embargo, los inviernos roteños son muy largos. Salvo los fines de semana, que se anima algo más con la llegada de visitantes de otras localidades, la actividad cae muchos enteros los días laborables.
No sé si estará motivado por el tirón de la inauguración de Los Napolitanos, pero el Pink Pepper se presenta semivacío este jueves de finales del mes de mayo. La agradable terraza que da al pinar, y que en verano suele estar atestada, tiene todas sus ocho mesas disponibles. Dentro, casi igual. La decoración inicialmente minimalista ha dado lugar hacer sólo cuatro meses a otra con elementos decorativos atrevidos, un mobiliario muy funcional lacado en blanco que rompen algunas sillas de colores y unos bancos corridos de un llamativo color rojo. Las lámparas son modernas y muy originales y hay detalles decorativos de color pastel en el mostrador, en el techo y en las paredes que contrastan con la desnudez de los pilares de hormigón.
Al fondo, una cocina a la vista con las paredes de azulejos blancos. Confieso que se me antoja pequeña para tanta y tan variada oferta, aunque luego me entero que abajo tienen un sótano donde amasan las pizzas y hacen el sushi. Aún así, son unos magos en el aprovechamiento del espacio. Hay también repartidos tres murales con dibujos de estilo manga y varios plasmas en los que aparecen fotos con algunos de los platos más demandados.
Nos atiende en la mesa con suma amabilidad Eloy, un joven camarero que no necesita hablarnos en Esperanto para explicarnos los entresijos de una carta interminable. Es cierto que después de arrancar con éxito, en cada cambio de carta tanto Marta como Rocío se han planteado aligerarla de platos, pero al final vuelven a quedarse los mismos porque son los que los clientes piden sin parar.
En la docena y media de entrantes no hay sorpresas. Patatas fritas de todas las hechuras, alitas, nuggets, aros de cebolla, mazorca de maíz y dos versiones de la carne y el arroz Shorty´s, tan emblemáticos en la Villa.
La cocina japonesa ofrece medio centenar de platos repartidos en entrantes, arroces, noodles y sushi. La oferta tex mex abarca a cuarenta platos entre nachos, tostadas, tacos, quesadillas y fajitas. La parrilla está presente con costillas a la barbacoa y churrasco de cerdo y de polo. También las pizzas normales y gourmets de diferentes tamaños, cinco tipos de ensaladas y media docena de perritos. Entre los bocadillos, una decena de sándwiches y una docena de hamburguesas normales y gourmet. Además, tienen fuera de carta cinco tipos de sushi extra.
Me pongo en manos de Marta. La carta de vinos no es precisamente amplia. Me ofrecen un tinto y un blanco que acabo descartando. Cenaré con agua mineral. Una de las dueñas me comenta que este verano incluirán en la carta poke salad, que es una ensalada de pescado crudo con una base de arroz que se sirve indistintamente como aperitivo o plato principal en la cocina hawaiana.
De entrante llega un taco salad. Es un taco gigante que contiene lechuga, cebolla, tomate, nachos de maíz, salsa mexicana, sour cream, guacamole, pollo y queso. Una ensalada contundente que apuramos con avidez y que ofrece diferentes matices frescos y picantes muy interesante.
Seguimos con unas gyozas de pollo y verduras caseras y pasadas por la freidora. Bien fritas y escurridas, van perfectas con una salsa especial que además de soja debe llevar algo de vinagre.
Nos han hecho un sushi especial para que probemos los más demandados. El primero es un Tokio Roll, con arroz, gamba crujiente, atún, cebolleta y picante. El segundo, un Summer Roll con arroz, gamba crujiente, crema de queso y salsa teriyaki. Este sushi se sirve también con fresas que han sustituido por piña. Muy acertados los ingredientes innovadores que sustituyen a los rollos clásicos que ya conocemos. Además, el arroz está suelto, bien cocido y correctamente aderezado con vinagre de arroz.
Me da la impresión que con la misma fórmula han elaborado el arroz que acompaña en un molde al Pollo Katso Curry. Se trata de un pollo empanado que sirven troceado con una salsa de curry japonés sabrosa y con un picante intenso pero agradable.
Hay mucho más, pero probar doscientos platos de una tacada sería exagerado. Habrá que volver a Pink pepper a seguir descubriendo el secreto del éxito de Rocío y Marta. Aquél que les permitirá volver a llenar a diario el local y a hacer trabajar a destajo a las seis personas que están en la cocina en temporada alta y a la docena de camareros que atienden a los 150 comensales que llegar a reunirse de una sola vez. La fórmula del to take away también la trabajan. Pueden dar fe de su demanda los tres repartidores.
Mientras tanto, el Pink pepper sigue creciendo adecuadamente. Su próximo objetivo, adaptarse en el horario a un público como el americano que cada vez repite más. No hay duda de que estas chicas van a seguir dando mucha guerra.
pink pepper
— Avenida de la Diputación, 18. 11520 Rota (Cádiz). Abierto todos los días de 12 a 17 horas y de 20 a 0 horas, excepto los martes. En julio y agosto no cierran. Teléfono de reservas: 856 00 30 53. Precio medio por persona: 15 euros.