El Museo del Prado, premio Princesa
Asturias
En plena desorientación ideológica y política: el Museo del Prado, premio Princesa. Lo necesario siempre ocurre. Casi habíamos llegado a creer que el pasado es un saco de ropa vieja; que la ideología debía transmutarse en sentido común; los conflictos de clase ser sustituidos por una amalgama de deseos; los principios y valores, que sirvieron de guía para la emancipación, reorientarse hacia una aspiración única: ganar. Ni salario, ni precio, ni valores: ¡ganancia!
Y, de pronto, el Museo del Prado, salta a primera línea.
Y veo a los milicianos, en plena guerra civil, trasladando cuadros a los sótanos del Museo para protegerlos y transportarlos luego a Valencia y al exilio. Y asisto a la representación de “Noche de guerra en el Museo del Prado” en la que salen a escena personajes de los cuadros. Y recuerdo haber oído decir que, para Azaña, era más interesante salvar nuestro patrimonio artístico que la propia República, porque esta podía ser restaurada (¡y lo será!), pero, el patrimonio artístico, si se perdía, no podría ser recuperado.
Y me acuerdo de mis visitas al Prado, las mañanas del Domingo. Muchas veces me he preguntado qué habría sido de mí y de tantas, sin el cobijo de instituciones públicas de enseñanza y sin haber tenido acceso a la riqueza material y espiritual que atesora un Museo como el Prado. Seguramente el instinto básico de belleza se habría apagado o pervertido y no habría llegado a comprender la necesidad del arte.
El Premio Princesa de Comunicación y Humanidades al Museo del Prado, bien podría ser un escudo protector contra las imposturas políticas, que nos desconciertan y corroen el carácter.
