La mirada de Guiard
Gemma Uriarte
Bilbao
El frío amanecer se colaba a través del cristal roto del viejo caserío.
Miren cogió el pan amasado por las manos ajadas de su madre y se encaminó hacia la escuela; después cuido de las vacas. Aun así, llegó a tiempo para cargar la cantina de leche recién ordeñada y bajarla a Bilbao.
El sonido del barco que entraba en el puerto se mezclaba con el cuchicheo de los niños mientras jugaban. El atardecer teñía de azul la escena.
La muchacha, con el clavel rojo en su boca, puso salerosa su mano en la cintura; mientras aquel señor la miraba curioso.