Secreta esperanza
Carmen Luna
Bilbao
Mi padre enviudó siendo nosotras muy pequeñas.
Nunca conocí a mi madre.
Todas las mañanas cogía la marmita, cortaba un clavel rojo, me lo ponía en la boca e iba a la fuente.
En la aldea me conocían por “la aldeanita del clavel rojo” pero nadie sabía que ese clavel guardaba una secreta esperanza.
Aquel día el azul del cielo parecía diferente.
Llenando la marmita escuché la voz de una mujer.
-¡Leonor, niña!-dijo
Me giré. Temblorosa le tendí el el clavel, en ese instante desapareció.
Fue la primera y única vez que vi su rostro y que oí su voz