Azul celeste
Fabián Alcázar
Bilbao
“No insistas, los monstruos no existen. Ve a jugar”, decían. Y yo lo hacía, corría, saltaba, reía. Pero el monstruo estaba ahí, cerca, y yo sentía su presencia, a pesar de ser solo una niña que vivía en su mundo fantasía. Aquel día no lo vi venir. Se abalanzó sobre mí, me atrapó y corrió, corrió hasta alcanzar esa playa solitaria. Dentro de aquel viejo barco traté de gritar, pero sus manos me cortaban el aire. La debilidad se adueñaba de mi cuerpo apagando mi ser, mientras escuchaba las olas adentrarse en la arena y veía sobre mí ese cielo azul celeste infinito, tan imperturbable como plácido. Ese azul que se tiñó de rojo aquella tarde en que el monstruo venció.