Salud democrática
Salud democrática.Firma de opinión de Gabriel Pérez
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Córdoba
Lejos de pensar, como hacen algunos, que estamos viviendo una crisis de la democracia, creo que lo que estamos viviendo en España es una crisis de gobernabilidad, que no es lo mismo.
Si definimos democrático a un Estado de Derecho en el que la ciudadanía goza de un conjunto de libertades (creencias, opinión, manifestación, reunión, participación); de derechos políticos (no discriminación, juicio justo, etc…) y sociales (protección, educación, sanidad); y hay elecciones periódicas pluripartidistas, yo no veo, en la situación política española, una amenaza seria a estos principios, pues creo que, con matices, son compartidos por la inmensa mayoría.
Y es que los que cuestionan el Estado de Derecho, básicamente los independentistas radicales (ni siquiera todos, solo los indepe) son numerosos en Cataluña y País Vasco, pero minoría en el conjunto de España. Como son minoría los que quieren replantear, desde la izquierda radical, los fundamentos liberales de nuestra democracia. Como son minoría, desde la derecha nostálgica, los que no comparten los principios igualitaristas de nuestra Constitución y nuestras leyes.
Precisamente yo veo como un signo de vitalidad democrática el que haya tantas y tan variadas opiniones y que, hoy, lejos de los miedos que presidieron la Transición, se manifiesten en distintos partidos y no se camuflen en los dos grandes partidos como antaño. La diversidad en libertad, para mí, lejos de ser un problema de democracia, es la prueba de su existencia.
Otra cuestión, es que esta democracia sea gobernable, es decir, que permita conformar mayorías para tomar decisiones, y que éstas permitan avanzar hacia el futuro, sin poner en peligro los fundamentos de la democracia.
Pero ahí está el reto de las instituciones, de los políticos que ahora se presentan: el de encontrar lo que tienen en común y en lo que mejor sirva a la ciudadanía.
El problema es que, por lo que veo, la campaña no va por ahí, sino por la demonización del otro, y eso sí que no es signo de salud democrática. Si acaso de todo lo contrario, cuando no de estupidez.