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Los incendios y sus castigos a lo largo de la historia y algunos ejemplos en Cuenca

Los visigodos ya legislaron en el Fuero Juzgo sobre quien provocaba un incendio y las consecuencias. Desde entonces la historia deja miles de ejemplos

'Incendio de Roma' de Robert Hubert. / Wikipedia

'Incendio de Roma' de Robert Hubert.

Cuenca

En el espacio Así dicen los documentos que coordina Almudena Serrano, directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, y que se emite cada jueves en Hoy por Hoy Cuenca, hablamos esta vez de incendios y de los castigos establecidos para los que prendían fuego. También de las consecuencias que hubo, además de algunos ejemplos de incendios que ocurrieron en el pasado.

Los incendios y sus castigos a lo largo de la historia y algunos ejemplos en Cuenca

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El fuego y la rueda es posible que sean los mejores inventos que ha conseguido el ser humano. Y, al mismo, tiempo, el fuego descontrolado resulta devastador para bienes y personas. Y de esta devastación tenemos innumerables ejemplos en la Historia de la Humanidad. Y, como siempre hacemos, nos ceñiremos a lo que nos cuentan los documentos de nuestros Archivos, que también sufrieron las pérdidas ocasionadas por los terribles fuegos que acabaron con una parte importante de nuestros testimonios escritos. Además, nos guiaremos por las leyes que castigaron las quemas y a quienes incendiaban montes, bosques, etc.

Detalle de una pintura de 1666 del Gran Incendio de Londres de un artista desconocido.

Detalle de una pintura de 1666 del Gran Incendio de Londres de un artista desconocido. / Wikipedia

Detalle de una pintura de 1666 del Gran Incendio de Londres de un artista desconocido.

Detalle de una pintura de 1666 del Gran Incendio de Londres de un artista desconocido. / Wikipedia

Legislación sobre incendios

Podemos remontarnos siglos atrás y llegamos, por ejemplo, a los visigodos que en el Fuero Juzgo dejaron establecidas algunas de las normas más antiguas sobre los fuegos. Aquí ya se recogen penas sobre las quemas y los incendiarios. El que en ciudad incendiare casa agena, sea quemado, y de sus bienes se reintegre el valor, y quanto jure su dueño que tenía en ella, a presencia de los testigos que mandare el juez. (…) Y resultando perjuro pague lo llevado de más con el duplo al interesado.

El que incendiare casa fuera de la ciudad pague su valor y todo lo perdido en ella a su dueño, jurándolo éste ante testigos. Si el fuego queme otras contiguas, juren sus dueños lo perdido, páguese de lo que reste de los bienes del reo y éste reciba 100 azotes.

El que incendiare monte o arbolado ageno, en qualquier modo, debe ser preso por el juez, recibir 100 azotes y satisfacer lo quemado según lo aprecien peritos.

Si el caminante hiciere fuego en el campo para cocer la comida o calentarse, o para otro fin, tenga cuidado de no hacer daño, y de apagarlo si se prendiere el rastrojo o paja. Y si por caso quemare mies, era, viña, casa, vergel u otra cosa, pague su valor por el descuido.

Posteriormente, los Fueros concedidos a los pueblos, villas y ciudades, las Siete Partidas y toda la legislación posterior recogió normas sobre los incendios.

En el Fuero de Cuenca, por ejemplo, las penas establecidas para los que incendiasen un bosque eran castigarles con la misma pena que el que incendiaba una casa: pague quinientos sueldos, si se le puede probar; pero si no, jure con doce vecinos o que responda al reto’.

En otro fuero del año 1211, el de El Barco de Ávila se recoge algo sobre prevención y penas para los pastores que provocaban incendios en la Sierra de Gredos: Que cualquier pastor que desde primero de mayo hasta fin del mes de octubre, que truxese yesca o pedernal o fuese fallado con ello, que pague de pena por cada 100 maravedís para dicho Concejo. E qualquiera que en todo el año quemase escobar o monte aya de pena dos mil maravedís para el Concejo, de más del daño que ficiese.

Durante los siglos de Reconquista se usó la estrategia de ‘tierra quemada’, con el fin de prevenir las temidas emboscadas del enemigo.

Otra circunstancia que acabó con parte del monte fue la proliferación de la ganadería porque, una vez que se crea el Honrado Concejo de la Mesta, se dieron privilegios a los ganaderos para la trashumancia de los ganados, de modo que se quemaron muchas zonas de bosques que eran necesarios para alimento en forma de pastos.

En la Historia los incendios también se han usado y usan, por supuesto, como venganza o con una motivación política. Así, tenemos este ejemplo que he traído de un motín que hubo en México, donde se veló, especialmente, por salvaguardar los papeles de la Contaduría de Hacienda en el incendio del palacio real. Veamos qué fue lo que sucedió:

El Tribunal de Quentas de México la da a Vuestra Majestad de que en el accidente de la quema de su Real Palacio no peligraron los papeles de su ministerio.

Con el accidente padecido en esta ciudad, el 18 de junio deste presente año, executando la bárbara incapacidad de sus yndios de poner fuego a todo el Palacio de Vuestra Majestad, de cuyo yncendio permitió Nuestro Señor no peligrasen las piezas de que se compone este Tribunal.

La salvación de los documentos era vital porque en ellos estaba toda la gestión y el cobro de rentas, pero, además, una vez sucedido el fuego, tuvieron que emplearse en ordenarlos, como así cuenta este documento:

Y procurando el cumplimento de nuestra obligación, aseguramos todos los papeles de nuestro cargo, y aunque por ser mucho su volumen se había ocasionado la confusión y unión de lo moderno y lo antiguo, nos hallamos oy entendiendo en su separación, para que conseguida continuemos en el empleo de nuestro ejercicio, en el qual solicitamos y deseamos el mayor servicio de Vuestra Majestad, cobro y seguro de su Real Hacienda. México y agosto, veinte y tres de mill seiscientos y nouenta y dos años.

Veamos ahora algunos casos ocurridos en Cuenca, donde, evidentemente no faltaron los incendios porque, en primer lugar, en nuestra provincia la abundancia de pinares ha sido destacada desde antiguo. Y, en segundo lugar, los desastres de las sucesivas guerras fueron causa de pérdida de numerosos Archivos y otras cosas, como vamos a ver. Comenzamos por recordar la importancia de la masa forestal de Cuenca, por lo que sabemos desde el reinado de Felipe II, cómo eran nuestros bosques y montes: Así, en Huélamo se dejó escrito que era tierra muy montosa y de montes de pinar, y avellanos, y quexigos y otros árboles silvestres, manzanos (…) cerezos, cornicabras y espinos, acebos y enebros, texos, endrinos, arlosmos, tajos, morrioneras. Todos estos árboles silvestres, y lo principal de la montaña es pinares, y de éstos hay grandes montañas por todas partes; y en lo más alto de las sierras y más frío hay pinos albares y en lo más hondo hay pinos negrales; y romeros no los hay en toda esta tierra.

En otro pueblo, Enguídanos, se dice que es tierra abundosa de leña de pinos, carrascas e que hay de todas cosas.

En Carrascosa del Campo había mucha tierra de labor y vegas y por eso había poco monte y era tierra falta de leña, y que de donde queman es de los sarmientos de las viñas, y algunos árboles que cortan y algunas sielvas, y aliagas, éstas se hallan con dificultad.

Por esta falta de árboles tenían que ir a por leña al sexmo de Baraxas, a unos lugares muertos, donde solamente se puede cortar algunas ramas de pino, y enebros, y marañas, y romeros, sielvas y aliagas, y leña seca y inútil, y esto lo hacían con permiso de la justicia.

Otro lugar que traemos como ejemplo es Barchín del Hoyo del que se escribió esto: Que esta villa tiene leña de pinos y romeros y algunos enebros. Que está al pie de la Sierra de Cuenca.

Y en el sur de la provincia, Castillo de Garcimuñoz: Es abundosa de leña a la parte de occidente y de medio día, de carrascales y pinares e romerales e monte baxo.

En cuanto a los montes de Cuenca, tan amplios y de los que ya hemos hablado aquí, tenemos algunas descripciones antiguas, como esta: ‘los pinares de la serranía han sido antes muy numerosos y es excelente la calidad de sus pinos que son de cinco especies, a saber:

Negral, el más útil para maderamen.

Albar, que es de madera más blanca y dócil.

Rodeno, que la tiene más ligera y menos durable.

Carrasco, que es muy dura y bronca.

Y doncel, que produce los grandes y ricos piñones.

A fines del siglo anterior (XVII) eran inmensos los pinares aun en los confines de la Alcarria y de la Sierra. Pasando desde Albalate a Torrecilla por el barranco del Agua, oí muchas veces a mis conductores que los pinos estaban tan espesos que no penetraba el sol, y ya ni un pinocho se ve.

La destrucción de estos pinares ha dependido en su mayor parte de los incendios meditados, ya para utilizar maderas, ya para formar rochos. Por los años desde el 36 al 50 oí referir muchas veces que varios montes habían sido incendiados y no pocas observé el humo en diversas direcciones por tres o cuatro días.

Se atribuye también la causa de disminución de los árboles a las frecuentes y enormes maderadas que, sin interrupción, se suceden desde 1840, y más que todo no dejar pinos sementeros donde se hacen las cortas y permitir que los ganados pasten los terrenos en que estas se verifican.

Y finalmente se añade el remedio que no era otro que si se acotasen por seis años luego que las cortas se realizan, la abundancia de maderas no faltaría.

Y ahora vamos a contar algunos casos de destrucción de Archivos por causa de los incendios. El primer caso que mencionaré será el que ocurrió en el año 1437, y es un documento en el que constan los bienes perdidos y un informe de cómo se quemaron los privilegios y escrituras del monasterio de Santa María de Monsalud, en Córcoles.

Seguro que las guerras dejaron pérdidas de documentos irreparables. El 10 y 11 de mayo del año 1812, durante la Guerra de la Independencia, se hizo una relación de la destrucción de documentos ocasionada por el incendio del Hospital de Santiago y del edificio de la Inquisición, y el saqueo que hubo.

Y otro caso que tenemos documentado es la destrucción del Archivo del monasterio de Franciscanas Concepcionistas de Moya. En ese expediente se conserva este testimonio tan importante: 'Todos los documentos fueron quemados por los franceses en la Guerra de la Independencia. Las pocas escrituras que quedaron se entregaron a Zacarías Jiménez, vecino de Moya'.

Este vecino, Zacarías Jiménez, se hizo cargo de los documentos y los guardó mientras pudo porque, al poco, fue saqueada su casa y aquellos papeles desaparecieron.

Otro ejemplo de incendio fue el del Archivo de la iglesia de Cañaveras, en que está documentado esto: 'Por haberse incendiado el Archivo de esta iglesia, el 16 de diciembre de 1936, no se pudo expedir la partida pedida. Pero en el libro de matrimonios que empieza en 1572 y concluyen en 1935, [consta] matrimonio de Pedro Blanco Mateo con adoración Moreno Vindel'.

Los incendios de montes y dehesas no fueron infrecuentes y también tenemos constancia documental de todos ellos. Toda aquella madera que se quemaba se reutilizaba cuando quedaba en condiciones de poder ser aprovechada. Así, los ayuntamientos y el Subdelegado de Montes eran los encargados de dar las licencias para el uso. Por ejemplo, se utilizaban para realizar obras, repartir entre los vecinos o subastarlas para carbón.

En aquellos incendios siempre se abrían diligencias para averiguar qué había sucedido y localizar a los responsables, como así pasó en el año 1861 en que se inició expediente acerca de los autores de un incendio en Valdecabras, en una finca propiedad del marqués de Valmediano.

O la querella criminal de Mateo de Langa contra Juan Burbanos de la Florida, vecino de Huete, sobre la quema de un rastrojo y árboles.

Otros fueron sorprendidos, como ocurrió en este caso del año 1569:

Denuncia de Roque de Almansa, caballero de la sierra de Cuenca, contra Bartolomé González y Juan González, su hijo, vecinos de Villaconejos de Trabaque, por haberlos sorprendido con varios fuegos quemando montes bajos.

Como dijimos al principio del espacio de hoy, el fuego ha sido uno de los mejores inventos del hombre pero, también, el que mayores desastres ha causado. Sirva nuestra historia para que seamos, si cabe, un poco más prudentes cada día con el uso del fuego, con el fin de evitar tanto desgracias personales como materiales.

 
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