Dos sacerdotes venezolanos en Zaragoza se movilizan para ayudar
Desde sus parroquias en el barrio de las Fuentes y de Torrero tanto envian medicamentos como acogen a los cada vez más venezolanos que llegan pidiendo asilo a la capital aragonesa
Sólo hay dos sacerdotes venezolanos en la diócesis de Zaragoza, pero desde hace meses no paran. Samuel Pérez es uno de ellos. LLegó a la capital aragonesa en el año 2013 cuando sólo era seminarista, aquí se ordenó, y después de pasar por la parroquia de Valdespartera, ahora ejerce su ministerio en uno de los barrios obreros de la capital, en la parroquia de Cristo Rey de las Fuentes.
Desde allí ve con "angustia permanente porque todavía me queda familia en Venezuela" el sinvivir de este país instalado desde hace años en el abismo. "La crisis, asegura este joven sacerdote, no empieza ahora, sino hace tres años". Y cuenta como, precisamente por la sensación de inseguridad y de falta de lo esencial, cada vez son más los que vienen a Zaragoza. El los acoge cada jueves, de cinco a siete de la tarde abre las puertas de su parroquia a los compatriotas que llegan. "Son jóvenes profesionales que están solos y que mejor que un venezolano como ellos para escucharles y ayudarles" dice Samuel a al vez que pide voluntarios para esta tarea de acogida.
En otra parroquia, la del Buen Pastor del barrio de Torrero de Zaragoza, Andy Medina, también sacerdote venezolano se encarga de los envíos. Sobre todo de medicamentos "que -como señala Samuel- están llegando con éxito a pesar de las dificultades". Y anima a los que lean esta noticia que contribuyan con lo que puedan para hacer llegar lo más necesario a un país en el que falta de todo, "desde medicinas hasta harina de maiz, básica en nuestra dieta o un simple dentífrico".
Aqui tampoco está nada fácil. Las citas para realizar los trámites administrativas cuestan meses de demora y cualquier petición es compleja. Lo sabe bien Samuel cuya madre, en Zaragoza desde hace unos meses, está en trámites para conseguir el asilo. Tampoco es fácil conseguir vivienda y sin ella, subraya, es imposible empadranarse: "es la pescadilla que se muerde la cola" denunca Samuel a la vez que pide la colaboración de las administraciones para evitarlo.