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Antonio Pérez Girón

'Una deuda impagable'

La apuesta decidida porque parte de la obra de su desaparecido padre llegara hasta la ciudad natal de éste, le enfrentó con sus hermanos

Firma Antonio Pérez Girón, "Una deuda impagable"

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San Roque le debe mucho al recientemente fallecido Ángel Ortega-Bru, hijo del genial escultor sanroqueño, del que incorporó su segundo apellido, y fue continuador de su escuela imaginera. La apuesta decidida porque parte de la obra de su desaparecido padre llegara hasta la ciudad natal de éste, le enfrentó con sus hermanos, trayéndole importantes sufrimientos. Lo sabemos quienes estuvimos cerca de todo ese largo proceso judicial, que finalizó favorablemente para los intereses generales de los sanroqueños. A Ángel se le debe que San Roque tenga las únicas salas museísticas dedicadas a un imaginero en Andalucía. No sólo se encargó de dirigir el montaje del museo en base a la generosa donación de Manuel González, también de San Roque y socio de su padre durante la etapa madrileña del genial artista, sino que hizo posible la cesión del conjunto de piezas pertenecientes a la Fundación Luike, que permitió la mejora de los fondos.

Sin su empeño desinteresado, y a pesar de la acertada gestión municipal en cada una de estas etapas, jamás se hubiesen alcanzado esos logros.

Aparte de ello, el escultor restauró piezas de su padre y maestro, de la importancia de La Piedad o el Cristo de la Buena Muerte, y desarrolló una gran labor de formación entre jóvenes de la localidad, a través de talleres. Asimismo, su valiosa aportación dio esplendor, en 2016, a los actos conmemorativos del nacimiento de Luis Ortega Bru. Y en la actualidad colaboraba en un programa de difusión de los contenidos expuestos en el museo por el que tantos desvelos había mostrado.

Hasta tal punto llegó su compromiso con San Roque y la obra de su padre que, finalmente, se estableció en la ciudad. Aquí falleció la pasada semana y aquí está enterrado. Aunque nunca podrá compensarse lo realizado por Ángel Ortega-Bru, creo que la ciudad que quiso que fuese la suya, debería corresponderle con el nombramiento de hijo adoptivo. Un nombramiento justo para un hombre bueno.

 
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