Secuestro
José Miguel Sánchez Hernández
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Bilbao
Pongamos que a ETA se le hubiera ocurrido secuestrar un cuadro del Museo. Sus mentes pensantes habrían elegido el de Mary Cassat, por su repercusión internacional, pero si¡ hubieran oído a sus confesionarios espirituales habrían elegido la Virgen de Zurbarán, místico y vasco a la vez. Lo cierto es que hubo pies de comando paseando por las salas, calentando sus capuchas con la idea, pero el clandestino amor por una etarra artista les disuadió. El arte supo defenderse. La etarra sigue paseando impune, porque descubrió que el arte iba más lejos que sus ridículas proclamas. El arte sobrevivió al fanatismo, afortunadamente.