Lluvia
Aurelio Gutiérrez Cid
Bilbao
La anciana cargaba con muchos años, con muchos achaques y con las bolsas del super. Llovía. Y en la esquina de su calle un extraño se echó una bolsa de paraguas al hombro y con una educación versallesca y una sonrisa franca y generosa se acercó a la buena mujer y le subió las bolsas hasta el cuarto piso. Entonces ella le compró dos paraguas: “Mi marido no necesita, pero tú te vas a acatarrar. El segundo es para ti”. El hombre contó lo sucedido y ahora hay quien les ve menos tensos, más como son ellos, aquí, entre nosotros.