Leize gruta grotto
Ane Alonso. 24 años
Bilbao
Las hojas crujen marcando el ritmo de mis pasos. Como cada domingo de otoño, el sonido de la corriente me acompaña río arriba. Ya tengo la cesta de mimbre medio llena.
De pronto, siento que las luces del alba me persiguen como flechas, las zarzas se enredan en mis piernas y el trino de los pájaros se hace ensordecedor. La vista se me nubla y los colores bailan entre la maleza.
Por fin llego a la gruta, que ahora es una boca, me muestra sus dientes, sus labios carnosos y, en silencio, se ríe de mí. ¡Jodidos monguis!