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Todos vamos a morir

La reflexión de Ana Díez, médico de familia

OPINIÓN | Todos vamos a morir

OPINIÓN | Todos vamos a morir

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La muerte forma parte de la vida. No solo de la vida de las personas; también de las plantas y de los animales. Es una parte inevitable del proceso vital. De hecho, es igual de natural que nacer y crecer y, sin embargo, estos acontecimientos no se afrontan de la misma manera que la muerte.

Todo lo relacionado con la muerte provoca sufrimiento, temor a lo desconocido, sensación de soledad, sentimientos todos ellos poco agradables y, por lo tanto, poco deseables.

A lo largo de la historia, la humanidad ha manifestado una constante preocupación con respecto a la muerte. Ya en la época del homo sapiens se han encontrado evidencias de prácticas funerarias, de rituales asociados a la muerte. Estos rituales han ido variando a lo largo de los siglos, pero también según las creencias religiosas, la cultura y hasta el grupo social al que se pertenece.

Pero, en la actualidad, el tema de la muerte es tabú. Nadie quiere hablar de ella. Ni los adultos ni los niños. A estos últimos, a los que se está criando en una vida fácil, y un poco de cuento, sin preocupaciones, en una alegría constante, se les aparta del sufrimiento y, por supuesto, de la muerte. Ni siquiera cuando se les muere el pez, el perro o el animal que tenían como mascota, se les dice que se ha muerto. No digamos si el fallecido es un familiar cercano. En esos casos ni se menciona la palabra. Se disfraza con un "se ha ido", "ha ido a un viaje muy largo" y frases similares. Pues, precisamente esos momentos habría que aprovecharlos para que se dieran cuenta de que la muerte existe igual que existe la vida. Y que todos, por el mero hecho de estar vivos, en algún momento moriremos.

Deberíamos pensar que con la muerte no acaba todo porque mantenemos los rasgos físicos de nuestros familiares, las enseñanzas transmitidas, los recuerdos vividos a lo largo de los años. Aunque no estén físicamente, sí lo están emocionalmente.

Ante el fallecimiento de un ser querido, tanto a adultos como a niños, nos surgen multitud de preguntas para las que, desgraciadamente, no tenemos como respuesta más que la explicación científica del deterioro del cuerpo. Pero como esta respuesta no mitiga el sufrimiento, tenemos que utilizar diversas técnicas que nos ayuden a superar la situación. Una de ellas es no reprimir la expresión de nuestros sentimientos, y más en estos casos; es reconfortante compartirlos con personas cercanas que nos van a entender, incluso entenderán nuestros silencios, que también tiene un gran significado.

Experimentar tristeza de vez en cuando no provoca ningún trauma en nadie. Más bien al contrario, nos enseña a hacer frente a las situaciones adversas que irán apareciendo a lo largo de la vida. Nos enseña a ser más fuertes emocionalmente. Pero como ahora a los niños se les aparta de cualquier sufrimiento, también se les aleja de los tanatorios y de los cementerios.

¡Ah, pero eso sí!, se les va metiendo poco a poco en todo lo relacionado con una fiesta alrededor de los muertos y ajena a nuestra cultura como la fiesta de Halloween. Año tras año voy comprobando que hay niños y jóvenes que únicamente relacionan el 1 de noviembre con esta fiesta y no se acuerdan de los seres queridos ya fallecidos porque ya nos hemos encargado los adultos de no hablarles de ellos.

Yo creo que todo esto es un sinsentido, ¿no?

 
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