Gemma y Antonio
La opinión de Ángel Santiago Ramos
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León
Si obviamos el poder en la sombra de algunos empresarios, José Luis Ulibarri, entre otros, el gobierno del ayuntamiento de León en la presente legislatura ha estado en las manos de dos títeres: Antonio Silván Rodríguez y la portavoz del grupo Ciudadanos, Gemma Villarroel Fernández.
El partido de Albert Rivera facilitó el acceso a la alcaldía de Silván Rodríguez y durante estos tres años ha sido coparticipe de una gobernanza para señoritos y descafeinada de proyectos serios para la ciudad. La ausencia casi total de medios informativos críticos le ha dado manga ancha a uno de los peores gobiernos municipales que haya tenido León.
Ahora sabemos que debajo de las fotos y las cámaras que dibujaban el perfil de sonrisas y abrazos del alcalde ha habido toda una tormenta de hechos que los policías que investigan la Operación Enredadera califican como parte de una enorme trama de corrupción.
Aceptó el derribo político –nunca explicado- del su predecesor en el cargo, Emilio Gutiérrez. Ahí gastó Silván su penúltima bala de político decente. Durante meses, lo denunciaban en privado algunos de sus compañeros y votantes: “Lo de Emilio, decían, ha sido una cacería”.
Esta alcaldía nació endeudada con intereses ajenos a la institución, a sus votantes y a la propia ciudad. El amo que quitó a Gutiérrez le regaló a Silván una costosa campaña mediática en el proceso electoral y ha tratado todos sus pasos políticos con una benevolencia desmedida.
Lo que conocemos de la operación enredadera pone al descubierto las piezas de un puzzle de corrupción que se intuía siguiendo la pista de tantos regalos de titulares, fotos, cámaras y voces de radio.
Si todo lo que hemos leído de la investigación se sustancia jurídicamente, ni a Silván, ni a Villarroel le va a quedar mucha vida política.
