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El Madrid de Álvaro Urquijo

"Nos divertimos en Marqués de Urquijo aunque nunca tuvimos título"

Recorremos el Madrid del líder de Los Secretos cuando se cumplen cuatro décadas del origen de la la mítica banda madrileña.

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Madrid

Diciembre de 1978. España vive una de las épocas de mayor transformación social y cultural de su Historia reciente y Madrid, como punta de lanza de esta oleada de cambio, era testigo del nacimiento de una de las bandas que compondrían la banda sonora toda una generación. Ajenos al terremoto político y al vendaval de renovación democrática que agitaba la capital, tres hermanos y un amigo del barrio madrileño de Arguelles se juntaban en un local más que peculiar, la fábrica de caramelos que regentaba un amigo su padre, para refugiarse haciendo aquello que les apasionaba: crear música. "En aquella época yo era un inconsciente, estaba todo el día escuchando música, tocando la guitarra e ilusionado por componer música y grabar maquetas", recuerda Urquijo.

A vivir Madrid | El Madrid de Álvaro Urquijo

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A falta de los pedales y avances tecnológicos de hoy, una guitarra Hofner de 12 cuerdas rescatada de la tienda Leturiaga, por entonces ubicada en la corredera baja de San Pablo, sirvió a los primeros Secretos para encontrar aquel sonido de sus admirados The Beatles y The Birds que resaltaría como su marca registrada en la escena madrileña de la época. Un sonido, al margen de las modas y tendencias, que no siempre les abriría las puertas de la naciente industria discográfica de los primeros 80. "En el 83, nuestra discográfica Polgram nos echó a la calle. Quizá fuera culpa nuestra, puede que no nos sintiéramos identificados con los derroteros que tomó la Movida. Nosotros escuchábamos de todo, éramos grandes aficionados a la música, pero no especialmente ambiciosos para formar parte de ese mundo de la fama y la riqueza."

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En una época en la que el mundo de la música distaba mucho de ser considerado como algo parecido a un oficio, el mapa de Madrid de aquel jovencísimo Álvaro Urquijo transitaba por lugares como el paseo de Camoens, Malasaña y los colegios mayores de Ciudad Universitaria. Especial recuerdo guarda del San Juan Evangelista, donde gracias a artistas como Luis Eduardo Aute descubrieron que hacer música en castellano con un estilo propio era posible. Poco importaban las recomendaciones de su padre para que continuaran con sus estudios, quién, según recuerda, llegó incluso a cortar los cables de sus amplificadores para que se aplicaran en el colegio.

Casi veinte años después de la muerte de su hermano Enrique, su presencia sigue latente en cada uno de los pasos de la banda. "En aquel momento nos rendimos, el grupo se dio por disuelto y yo por jubilado de la música", reconoce. "Pero muchas veces las circunstancias te llevan a situaciones que nunca esperas". Tras un año entero alejado de la música, sin siquiera tocar una guitarra -"hasta los callos de mis dedos desaparecieron"-, la inquietud por restablecer un recuerdo fiel de la figura de su hermano volvió a inyectarle la ilusión por seguir haciendo discos y conciertos. "Cuando me desenfadé un poco por el mundo, quise poner todo en su sitio.", afirma Urquijo. La primera tarea que me puse fue la de hacer un disco homenaje a mi hermano, porque el recuerdo que había quedado en la memoria de la gente era el de un toxicómano. "Creo que mi hermano había quedado en muy mal lugar para toda la obra que había hecho y lo genio que era para nosotros".

Esas ganar de luchar para que fueran las canciones las que recordaran a su hermano, unido al impulso de los cientos de mensajes de admiración y respeto que comenzaron a llegar a sus manos a través del recién nacido correo electrónico, fue la mecha que prendió la segunda vida de Los Secretos que hoy conocemos. Aquellos que en épocas de vacas flacas priorizaron la música y el disfrutar tocando a cualquier otra cosa. Aquellos que cuarenta años después siguen manteniendo intacta esa "capacidad de conmover" que un tal Joaquín Sabina les atribuye.

 
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