La 'Arena' más torera de Israel Galván
El coreógrafo sevillano abrió este viernes la programación oficial de la XX Bienal de Flamenco reeditando sobre el ruedo de la Maestranza una creación del año 2004
Israel Galván en una de las escenografías que desarrolló en el ruedo maestrante / @laBienal
Sevilla
Estrenada hace catorce años, en 2004, en el Teatro de La Maestranza, la 'Arena' del coreógrafo y bailaor sevillano Israel Galván ha sido este viernes, en la apertura de la programación oficial de la XX Bienal de Flamenco de Sevilla, más torera que nunca, entre otras cosas porque en esta ocasión la reedición de esta creación ha tenido lugar en el mismísimo ruedo de la plaza de toros de La Real Maestranza de Caballería de Sevilla.
Con algo más de medida entrada en los tendidos, que dicho así puede parecer poco aunque estamos hablando de casi 6.000 espectadores, los sones del pasodoble 'Gallito', del maestro Santiago Lope, dieron inicio a un espectáculo en el que Galván fue desgranando, a modo de los seis toros de una corrida, seis escenografías bautizadas -no le alabo el gusto en este caso- con el nombre de seis bureles que acabaron con sus respectivos lidiadores: Bailaor mató a Joselito, Granaíno a Sánchez Mejías, Pocapena a Granero, Burlero al Yiyo, Playero a Manuel Montaño y Cantinero a Pepete.
Aquí puedes escuchar los sonidos de los 10 primeros minutos de 'Arena' en la Maestranza...
XX Bienal de Flamenco de Sevilla
10:42
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La voz de Kiki Morente, que asomaba clara desde el tendido 3, hizo las veces de clarín anunciador del cambio de toro, tras lo que Galván se expresaba por todo el ruedo maestrante fiel a su estilo, con más flamencura en las alegrías que le cantó David Lagos con la guitarra de su hermano Alfredo Lagos y en las bulerías del jerezano Jesús Méndez acompasado por Los Melli; y con aires de danza moderna cuando se trató de bailar al son de un cuarteto de percusión o ante el piano de Sylvie Courvoisier mientras que El Niño de Elche sacaba de su garganta meritorios sonidos más cercanos a lo gutural que a lo puramente jondo.
Espectáculo, en definitiva, para llenar los millones y millones de páginas que tiene el libro de los gustos y que, eso sí, a nadie dejó indiferente sobre todo en la cumbre de un instante en que Israel Galván, con pose amorantada, apoyó su brazo derecho sobre la tronera del burladero de matadores como cuando el de la Puebla contempla desde ahí, pleno de torería, cómo los hombres de su cuadrilla completan el tercio de banderillas. Y al final, ya se sabe, clamorosa vuelta al ruedo...
