Un mallorquín puede ser cardenal pero no obispo
Balears ha tardado más de trescientos años en coronar un cardenal después de Antoni Despuig

"La línea roja" con Matías Vallés (22/05/18)
01:13
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
PALMA
Balears ha tardado más de trescientos años en coronar un cardenal después de Antoni Despuig.
Dada la relativa proximidad de las islas a Roma, este olvido secular demuestra que conceptos como Mallorca o Ibiza se asocian con demasiada facilidad al pecado.
Tres siglos después, el papa Francisco nombra cardenal al manacorí Luis Ladaria, que ya encabeza la Santa Inquisición y pertenece por tanto al triunvirato que gobierna el Vaticano.
Para los excesivamente laicos, Ladaria pasa a ser el equivalente del también manacorí Rafa Nadal en el mundo del tenis.
Por encima de ellos solo están el Papa y Federer, respectivamente.
El cardenal Ladaria tiene sus cardenales, un juicio pendiente en Francia por esconder los abusos de sacerdotes.
Por propia experiencia, puedo asegurar que nadie sabe qué piensa Ladaria.
Esta indefinición lo hace especialmente propicio al capelo cardenalicio.
Y dado que ser mallorquín consiste en no pronunciarse, podemos aventurar que la esencia isleña ha primado sobre el abultado currículum del jesuita.
Un mallorquín puede ser cardenal de Roma pero no obispo de Mallorca, por las razones arriba apuntadas.
Y Ladaria pasa de candidato a cardenal a papable. Dios dirá.