Cultivar la lectura
La Firma de Doroteo González
"Cultivar la lectura", la Firma de Doroteo González
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Palencia
En pocos sitios me siento más a gusto que en el interior de una librería. Y si la librería es buena, mejor aún. A pesar de mis preferencias me pregunto por lo que significan realmente las librerías para el ideario colectivo y cuál es el papel que han jugado, y juegan ahora, sobre lo que conforma el mundo en el que vivimos. Porque las librerías son mucho más que establecimientos comerciales ya que algunas de ellas han logrado convertirse en mitos culturales, muchas otras en centros de tertulia y, en tiempos en nuestro país, promovieron una especial genética de resistencia política.
Ayer, lunes 23 de abril, celebramos una de las efemérides internacionales más importante del año literario. Resulta curioso, y muy estimulante a la vez, saber que la iniciativa de tal apoteosis es originaria de España. Digo que me parece curioso porque parece acreditado que ser impulsores de un propósito tan loable no nos convierte en ser una reserva ávida de lectores a día de hoy. España se ha convertido en un país donde se lee poco aunque se publica mucho. Y lo poco que se lee quizás no se lea bien del todo.
No hace tanto leíamos mientras viajábamos por corto que fuera el trayecto; leíamos en la sala de espera de una consulta médica y en la mesa de un bar mientras esperábamos a un amigo. Y no creo que quienes leyesen de esa manera hayan desaparecido de la faz de la tierra sino que muchos han dejado de leer. Ahora, en esos lances, miramos la pantalla del móvil como acto reflejo de una especie de angustiosa supervivencia. Pero ojo, para quien crea que la cultura es algo secundario habrá que recordarle que una sociedad sin cultura es una sociedad vacía.
¿Y de quién es la responsabilidad de que no se lea? Normalmente les colgamos ese compromiso a las familias y al profesorado. Aunque lo cierto es que la amplia oferta de entretenimiento que ahora se tiene a la mano, y sus canales de difusión, han logrado algo que parecía imposible: que un adolescente puedas sentirse más conmovido por el estribillo de una canción de Maluma que por una rima de Gustavo Adolfo Becquer. Y vaya por delante que no culpo a chicas y chicos que se sientan seducidos por los ritmos del reguetón y no tanto por el fluir de la poesía.
Pero como hablamos de leer habrá que insistir en que la lectura nos hace menos manipulables, logra fomentar nuestra autocrítica y, lejos de huir de la vida, nos zambulle más intensamente en ella. Claro que, para ciertas mentes bien pensantes, a lo mejor esto resulta alarmante porque creerán que nos hace ser más inconformistas y más libres.