'Disfrutemos de la Semana Santa de Pasión'
Luis Carlos Contreras, profesor titular de Didáctica de la Matemática de la Universidad de Huelva

Cadena Ser

Huelva
'Disfrutemos de la Semana Santa de Pasión'
Dado que estamos en un Estado que se declara aconfesional en su Constitución, cualquier tipo de manifestación religiosa tiene cabida y debe ser respetada. Esto es particularmente visible en la Semana Santa, donde la cultura popular traslada las manifestaciones externas de unas creencias a la calle. Estas manifestaciones hoy son una mezcla de religión y cultura, si es que ambos aspectos pueden separarse. También son una fuente importante de ingresos, en parte por el fomento del turismo que conllevan, y en parte porque la masiva salida a la calle de los ciudadanos fomenta el consumo interno. Son todas estas suficientes razones para que nadie se atreva, en su sano juicio, a poner en cuestión la pertenencia de sacar a la calle lo que, habitualmente, se hace en el ámbito más privado, pues es este, sin duda, el lugar más adecuado para la manifestación de las creencias.
Partiendo, por tanto, de la aceptación y respeto plenos de esta manifestación religiosa que tan hondas raíces tiene en nuestra cultura, no puedo por menos manifestar mi extrañeza por las implicaciones indirectas que tiene en la vida de los ciudadanos, particularmente de los que residimos muy cerca de los espacios en los que tienen lugar una mayor concentración de personas. Una de las más evidentes es la limitación de la movilidad. Hemos aceptado estoicamente que no podemos hacer uso de nuestros vehículos (que abonan una tasa anual para poder hacer uso de los aparcamientos) entre las cinco de la tarde y las doce de la noche. Ya lo tenemos integrado en nuestros hábitos de comportamiento. Más nos cuesta aceptar que nos limiten nuestra capacidad de desplazarnos a pie y que estos límites supongan convertir nuestros portales en auténticas ratoneras de las que casi no podemos salir. También nos cuesta aceptar que el incremento desmesurado del espacio permitido para los veladores de los bares aledaños suponga una dificultad añadida y un incremento muy relevante del nivel de ruido al que nos someten (sobre todo a las horas de descanso). Por último, nos cuesta aceptar que las normas de tráfico, particularmente, de estacionamiento de vehículos, se vuelvan lasas y que muchas de nuestras aceras se vean masivamente ocupadas por estos.
Los derechos de los ciudadanos han de ser compatibles y estoy convencido de que en este caso es perfectamente posible, pero hace falta que la sensibilidad de quienes nos gobiernan se distancie de la cómoda postura populista y tome medidas para que se sigan aplicando las normas como cada día, haciendo posible que todos podamos disfrutar de la Semana de Pasión.