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Busca a tu cereza, no a tu media naranja

La reflexión de Rubén Mosquera, psicólogo y terapeuta de conducta

OPINIÓN | Busca a tu cereza, no a tu media naranja

OPINIÓN | Busca a tu cereza, no a tu media naranja

03:15

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“¡Cuándo encontraré a mi media naranja!” “¿Dónde estará escondida?” “Es él, es mi media naranja”. Estas y otras frases se escuchan a diario en la calle, entre amigos y compañeros de trabajo, teñidas de melancolía, tristeza o complicidad. Películas, series, entrevistas, libros… en cada uno de estos medios se ha buscado con incesante energía la persona que nos complete, la que nos haga sentir vivos y tranquilos a la vez, aquella que nos hace reír cuando queremos llorar y que nos desenfada con un solo gesto. A esto se le ha llamado media naranja.

Ahora bien, en la consulta he visto medias naranjas agarradas a otras medias por el miedo a no ser nadie, a quedarse simplemente en medio individuo, medio ente. Mis pacientes no me habrán escuchado usar tal expresión pues si bien va ligada a conceptos hermosos como el amor y la complicidad, también esconde una dependencia que puede llegar a resultar dañina.

Aclaremos bien esta idea porque pareciera que estoy realizando un artículo en contra de la búsqueda del amor. No, en absoluto. El amor es un concepto con muchas aristas, algunas redondeadas y delicadas, otras cortantes y puntiagudas. Ese motor que nos mueve hacia un encuentro de nuestra otra mitad, ha de entenderse desde la perspectiva de la individualidad.

La verdadera búsqueda ha de llevarse a cabo desde una buena salud mental, desde la sensación de una realización individual. Cada persona es un ente completo, con sus características definitorias. Sus motivaciones, sentimientos y pensamientos. Desde ese autoconocimiento, se puede elegir la pareja con la que compartir –que no someter- su vida. En la elección de posibilidades está la esencia de la felicidad. Es la libertad la que otorga al individuo la capacidad de tomar decisiones. Elegir porque quiero, no porque lo necesito.

De ahí mi negativa rotunda a hablar de medias partes, de medias naranjas o de medias lunas. Si se me permite y siguiendo la metáfora de las frutas, me gustaría compararlo con dos cerezas. Comparten espacio común, van juntas, están unidas en uno de sus laterales, se complementan perfectamente. Sin embargo, cada cereza es una fruta diferente, una entidad en sí misma, con sus características que la hacen ser completa. Si separas dos cerezas quedan huérfanas de compañera, pero aun así siguen siendo una cereza.

Aplicado a las situaciones conflictivas que he comprobado en terapia, la mayoría de parejas o exparejas las exponen como medias naranjas, como una necesidad acuciante ante la que no pueden resistirse. Porque si se quedan solas, ¿qué persona es sólo la mitad de algo? Y he ahí la clave del artículo. ¿Es posible tras una ruptura seguir siendo algo único como lo es una cereza? ¿O nos quedamos en la mitad sin un yo completo?. La contestación es clara, porque cada persona es alguien total, alguien que debe y puede salir hacia adelante.

Por último, pero no por ello menos importante, a veces las mitades de naranja están podridas por un golpe o por las condiciones que rodean a la fruta. Si dejamos que esa enfermedad avance, termina estropeando toda la naranja. Aguantar una relación por el miedo a quedarse solo es tan perjudicial como no cortar la parte golpeada de cualquier fruta. Sin embargo, con las cerezas no ocurre lo mismo. Pueden separarse, estar solas en su complejidad, y si bien no son capaces de volver a unirse, puede que ésa sea la diferencia sustancial con el ser humano.

Se puede volver a empezar desde la salud mental y la individualidad, no desde el miedo a la soledad.

 
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