La Señorita Pepis
La Firma de Manuel Acero
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Palencia
Hace unas semanas tuve que ir a renovar el carnet de conducir y el permiso de armas y aunque ya había ido otras veces no recordaba cómo eran las pruebas que tenía que pasar y la verdad es que después de salir con mis certificados de apto debajo del brazo tenía una sensación extraña.
¿Por qué digo esto? Pues porque vivimos en una sociedad en la estamos bombardeados con cantidad de controles y restricciones. Por ejemplo, en lo que tiene que ver con la conducción somos vigilados y sancionados si nos sobrepasamos con la velocidad, si el dibujo de las ruedas no es el adecuado, si hablamos por teléfono mientras conducimos, si las sillas de los niños no están homologadas y así hasta un sinfín de posibles infracciones, que no digo que no sean acertadas.
Sin embargo en un aspecto tan importante como es la aptitud de los conductores y su capacidad para manejar una máquina tan útil como peligrosa como lo es un es un coche, me parece que los controles dejan mucho que desear. Las pruebas resultan tan poco exigentes que es fácil que todos conozcamos a alguna persona que nos sorprende que siga obteniendo estos permisos y a la que preferiríamos no encontrárnosla por la carretera.
En las prueba psicomédicas a menudo te despachan con una vagas preguntas sobre tu estado de salud, las enfermedades que has tenido o sobre si consumes drogas, preguntas a las que respondemos con total sinceridad, faltaría más. Luego te pasan a esas pruebas de coordinación con un monitor con pinta de video juego de los años ochenta donde a pesar de los numerosos errores y pitidos por no atinar, te dicen que lo has hecho bien.
Y todo esto sin contar con esa fama, que también existe en Palencia, de que en algunos centros de reconocimiento es más sencillo pasar las pruebas que en otros.
Y no quiero alarmar a nadie pero casi es peor en las pruebas para obtener el permiso de armas. Además de un breve examen médico, en mi caso me midieron la tensión arterial, aún no sé para qué, me pidieron que contestara sinceramente a algunas preguntas como ¿Crees en el ojo por ojo?, ¿Piensas que los demás hablan a tus espaldas? ¿te sientes perseguido? y así una tanda de preguntas similares que me parecían tan absurdas que hasta creo que las contestaba de manera sospechosa. Menos mal que quien me pasaba el cuestionario ni me estaba mirando.
Total que en menos de cuarto de hora ya estaba declarado apto, eso sí habiendo pasado por caja porque no es gratis y es que este tipo de reconocimientos médicos se han convertido en un negocio, que no sé porque no realiza la Seguridad Social o una administración en la que sus ingresos no dependan del número de certificados que emitan.
En definitiva, tengo la sensación que este tipo de certificados son como los de la Señorita Pepis y que se han convertido en un mero trámite que sin embargo determina que una persona se encuentra en plenas facultades para utilizar un arma o conducir un coche.