Un dinamizador social entregado a Tarancón: Evilasio Martínez Bueno
'Callejeando por Tarancón' se fija en la vida de este taranconero esta semana

Evilasio Martínez (I) y Alberico Pérez (D) / Colectivo La Quinita

Tarancón
Gema Garrido, autora de 'Callejeando por Tarancón' nos ha propuesto hablar esta semana de la Calle Evilasio Martínez Bueno. Es una vía que va desde la Calle Alberico Pérez del Burgo hasta la Calle Párroco José María Alfaro, bordeando el Parque Reina María Cristina, en el Barrio de Santa Corona.
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'Callejeando por Tarancón' con Gema Garrido (06/02/2018)
BIOGRAFÍA
Evilasio Martínez Bueno era el mayor de cuatro hermanos y nació en Tarancón el 28 de enero de 1935, en la Calle de Valencia –que hoy conocemos como Doctor Morcillo Rubio–, el día de San Julián, una fecha muy significativa para los taranconeros, puesto que es el día en que la Virgen vuelve al Santuario de Riánsares. Sus padres se llamaban Mauro y María y, como era costumbre, fue bautizado con el agua del Caño.
Aprendió las primeras letras en las clases particulares de Concha Benavides y Santiago Cuerda. A los nueve años, gracias al esfuerzo económico de sus padres y a la ayuda del Padre Agustín Cisneros, el Padre Jesús y D. Eladio Moya, ingresó en el Colegio de los Padres Franciscanos. Entonces se llamaba “Escuelas Antonianas” y estaba en el edificio anexo al Convento de los Franciscanos, en la glorieta.
Sin descuidar los estudios ayudó a su padre, que era agricultor, en las labores del campo. Primero, a los 6 años, como trillador y, luego, como agostero. Todo tenía su recompensa y, al acabar la temporada de trabajo en el campo, la familia se iba a “los chorros” en la galera junto a amigos como “Quintillo”, Félix Garrillas “uñagata” o Pablo Ramos.
En esa época comenzó a participar en los Campamentos de Juventudes y allí aprendió a convivir con jóvenes de otros lugares de España. Era especialmente emotivo el mar de lágrimas en que se convertían las despedidas el día de la clausura.
Como compañeros de juegos aquellos años estuvieron sus amigos de la calle Melchor Cano, Manolo Abad, Paco Toledo, Julián el de los Notarios, Manolo el confitero, Luis Burgada, Manolo Bonilla, o los de la calle del Espejo, “los pastorcillos” y los “auguillos”.
Terminó el bachillerato y en 1952 realizó el Examen de Estado en la Universidad de Madrid, iniciando su formación de Practicante. Para él, sus auténticos profesores fueron los médicos locales: D. Juan Ruiz, D. Luis Alonso, D. Álvaro Vicente, D. Anastasio Bravo, D. Felipe Falero y D. Federico Jiménez. También fue muy importante el apoyo y enseñanzas de los practicantes D. Saturnino Fernández, D. José de la Pola, D. José Yunta, D. Luis Fernández, y de la matrona Dª. Segunda. Carlos Tricio fue su compañero de estudios y de profesión durante muchos años, además de incondicional amigo y apoyo en los momentos en los que se encontraba bajo de ánimo.
Hacia 1953 coincidió con Alberico en la Hermandad de San Juan aunque, por aquel entonces, su vida discurría por caminos distintos y no tenían mucho trato. En aquellos años Evilasio ya jugaba al Baloncesto, con entrenamientos a las siete de la mañana en el campo de la Obra Social de Educación y Descanso.
En 1955 terminó su formación y superó las pruebas en la Facultad de Medicina de la Universidad Central para obtener el “Titulo de Practicante, autorizado para asistir a partos normales”. Con él debajo del brazo marchó a poner en práctica todo lo que había aprendido hacia su primer destino en Garcinarro, Jabalera, Moncalvillo y Mazarulleque.
Precisamente en Garcinarro conoció a la que sería su mujer, Maribel. Ella procedía de Salamanca pero vivía en Garcinarro con su hermana, que estaba casada con el médico del pueblo, D. Aurelio Medina.
Permaneció en esta localidad alcarreña hasta 1957, cuando tuvo que hacer “la mili”, y fue destinado a prestar servicio en el Botiquín de la Capitanía General de la 1ª Región Militar. Durante su tiempo libre aprovechó para prepararse las oposiciones de Sanidad Militar y las de Asistencia Pública Domiciliaria, que posteriormente aprobaría.
En estos años tuvo la oportunidad de trabajar como anestesista en los quirófanos del Hospital Militar “Gómez Ulla” a las órdenes del Teniente Coronel Médico Jiménez Torres. Fue un trabajo que le ayudaría a desenvolverse en anestesia y tareas quirúrgicas cuando en Tarancón se incorporó al equipo que atendía el Hospital de Santa Emilia.
La experiencia en el Hospital “Gómez Ulla” también le sirvió para tener templanza ante situaciones difíciles, como el accidente ferroviario que se produjo el 4 de agosto de 1957, a las cinco y media de la mañana, cuando un tren militar chocó con una locomotora que hacía maniobras cerca del puente de Orcasitas y dejó 18 muertos y 58 heridos.
Al terminar el Servicio Militar, “la querencia” por su pueblo le llevó a decantarse por la Asistencia Pública Domiciliaria, regresó a Tarancón y se incorporó al que sería su destino profesional hasta la jubilación.
Por aquel entonces, “el Seguro” estaba ubicado en la Casa de Piedra de la Plaza que entonces se llamada de El Caudillo y hoy conocemos como de la Constitución. Compaginaba este trabajo con el de Practicante del equipo facultativo que atendía el Hospital de Santa Emilia, asistiendo en innumerables partos y operaciones.
Durante los años de ejercicio profesional vivió muchas anécdotas pero recuerda especialmente la oportunidad que tuvo de colaborar durante un corto periodo de tiempo con el Dr. D. Gregorio Marañón en el Hospital Provincial de Madrid, cuando investigaba sobre la diabetes.
El 29 de agosto de 1964 se casó con Maribel, con quien tuvo cinco hijos. En una entrevista, con motivo de su elección como pregonero de las Fiestas en 2014, recordaba que para la boda esperaron “a que estuviera nuestra Virgen de Riánsares en la Parroquia y en el Altar Mayor”. Solo tiene palabras de agradecimiento para su mujer, porque gracias a su apoyo y comprensión pudo hacer todo lo que hizo en la vida.
En 1964 el entonces Alcalde de Tarancón, D. Santiago Moya, le nombró Delegado Local de Juventud, con lo que ya no paró en casa durante todo el año, pero especialmente en verano y cerca de las fiestas, cuando se multiplicaban las actividades juveniles y deportivas.
En esa época, Tarancón era una ciudad agrícola que no se extendía más allá del Bar Manzanares, que estaba en la esquina de la Avda. Miguel de Cervantes con la que hoy es Reina Fabiola, pero tenía unas grandes Fiestas y una excelente Feria que se celebraba en la era de Ernesto Castell, en el espacio que va del Auditorio a los Juzgados.
Como Delegado de la Juventud tuvo que colaborar en muchas ocasiones con la Comisión de Festejos. Allí, junto a Julián García “Zacarías” y demás compañeros, procuró dar a las Fiestas el realce que se merecían.
Se involucró mucho en la promoción del ciclismo local. Apostó por el Circuito Ciclista, uno de los más antiguos de España. Este se hacía el 12 de septiembre, salía del Bar Olmedilla y a él venían los mejores ciclistas de España, como el equipo La Casera, Bahamontes y Mariano Díaz. El truco para atraer a tales figuras era que a las 7 de la mañana, Emilio Fernández y Ruperto, preparaban unas gachas con torreznos y los equipos, que ya se lo sabían, no fallaban a la cita.
También hubo una época dorada en el boxeo. Empezaron con combates de aficionados y, el día 7 de septiembre de 1970, se celebró el Campeonato de España de Peso Medio.
Otro de los eventos deportivos que promocionó fueron las carreras. Organizó dos, una para profesionales y aficionados el día 9 de septiembre y otra para juveniles el 13 de septiembre. El 10 de septiembre de 1975, se celebró el Campeonato de España de Aficionados, en el que participaron catorce equipos representantes de las distintas federaciones regionales y finalmente ganó el equipo de Castilla.
Tampoco le faltó trabajo en el futbol. Cuando llegó a la Delegación, según sus palabras, “había un equipillo de juveniles, el campo de futbol estaba que se caía y no tenía ni porterías”. Se puso a trabajar con Gonzalo Pelayo, Federico de la Torre, José Gómez, Ruperto y Emilio Fernández, además contó con la ayuda desinteresada de dos maestros albañiles: Julián y Ángel, hijos del tío “Bruno”, y de Emilio Casado, que pagó el vallado perimetral del campo.

Diana Manzanares Muñoz

Diana Manzanares Muñoz
Durante un tiempo ejerció como profesor de Educación Física en el recién inaugurado Instituto Técnico de Enseñanza Media, una tarea en la que se vio involucrado por el tenaz empeño de D. José María.
Con la llegada de la Democracia desapareció la Delegación Nacional de la Juventud. Evilasio sintió que ya había cumplido con creces su compromiso social y quiso dar un paso atrás para pasar el testigo a la juventud y dedicarse únicamente a su actividad profesional.
Por aquel entonces, tenía que visitar muchos domicilios y los pacientes iban a su casa a cualquier hora del día o de la noche, hacía muchísimos kilómetros en la Vespa y compartió muchas vivencias con sus compañeros “Tricio”, y “Luisito”.
Recién estrenada la década de los 80, le llamaron para que, junto a otras 20 personas de toda España, dinamizara en España la rama juvenil de la Cruz Roja. Casi sin darse se convirtió en Director de Cruz Roja Juventud en Tarancón, cargo que ocupó hasta el año 1986.
Durante el tiempo que estuvo como director, más de trescientos jóvenes se afiliaron, se colocó a la cabeza entre las de la provincia e, incluso, en los primeros puestos a nivel regional. Fue en Cruz Roja Juventud donde se reencontró con Alberico Pérez del Burgo y allí se convirtieron en grandes amigos, casi como hermanos. De hecho, en su libro “Vida de un voluntario”, Alberico recordaba con cariño los Ángelus junto a su amigo.
Evilasio quiso que la juventud tuviera la oportunidad de disfrutar y educarse en la naturaleza como lo habían hecho las generaciones anteriores, y organizó campamentos de verano en los Palancares, Uña, Las Majadas, Segóbriga, la Ermita de Riánsares… También se empeñó en que el deporte fuera la bandera de la juventud.
También fue notoria su actuación en el mundo del Baloncesto. Puso en marcha el equipo y tras un par de años compitiendo bajo el nombre de Cruz Roja Juventud, creó el Club Baloncesto Tarancón; del que se convirtió en presidente. En los inicios su mujer les preparaba bocadillos y lavaba las camisetas después de cada partido. Llegaron a alcanzar la 2ª División nacional. También participaron y colaboraron en la organización del Campeonato de Europa Juvenil que se celebró en Tarancón en 1989.
El esfuerzo y la dedicación de tantos años se vio merecidamente recompensado en 1998, en la 1ª Gala del Deporte de Castilla La Mancha, cuando el Presidente de la Región, José Bono, le entregó el Diploma de Honor de 1997, como reconocimiento a toda una vida dedicada al fomento de la práctica deportiva y por su dedicación a la juventud de su pueblo.
También colaboró de manera discreta y altruista con la Hermandad de Donantes de Sangre. Les ayudaba a realizar los trámites necesarios para facilitar la labor de sus componentes cuando tenían que acudir a cualquier hospital de Madrid de manera extraordinaria porque alguno de nuestros paisanos estuviera a la espera de un trasplante. En ese momento se necesitaba sangre fresca y era imprescindible realizar las extracciones en un día concreto. Él, antes de su trabajo, solucionaba esa delicada gestión.
Al jubilarse cambió de domicilio. Dejó la casa del Callejón Azañón, también conocido como el “Callejón del Tío Lora”, en la que durante cuatro décadas convivió con su familia y compartió con ellos penas y alegrías. Allí nacieron sus hijos y allí vivían las noches al “fresco” durante el verano, tras la cena, junto a Pablo y Paquita “Benegra”, Rosario y Pepe García, Don Castor y Amparo, Eme y Fernando, “los relojeros”, su hermana Lales y Paco Cámara, la Tía Cristina y familia Tena.
El Colectivo ‘La Quinita’ pasó varios años reivindicando una calle para Alberico y otra para Evilasio Martínez Bueno, ya que ambos eran parte del gran patrimonio humano de Tarancón y dedicaron buena parte de su vida a ayudar a los demás.
El primer gran reconocimiento del pueblo le llegó cuando en el año 2014 lo eligieron como pregonero de las Fiestas Patronales. El 30 de agosto de ese año, justo un día después de que nos dejara José Luis Sánchez “Paletilla” pronunció su pregón y tuvo un sentido recuerdo hacia su figura.
En el libro “Vida de un voluntario”, escrito por Milagros Carranza en febrero de 2015, hay un capítulo dedicado a Evilasio. Ese mismo año, el 24 de noviembre, el Ayuntamiento de Tarancón aprobó por unanimidad concederle el nombre de Alberico y Evilasio a dos tramos de la calle situada en la parte posterior del Parque Reina María Cristina. Se inauguraron el 12 de mayo de 2016 en un emotivo acto al que ya no pudo asistir Alberico, que había fallecido en enero de ese año. Evilasio, muy emocionado, dijo que era una cosa que no se merecía: “Yo lo único que he hecho ha sido trabajar por mi pueblo, por la gente de mi pueblo”.
Varias generaciones de taranconeros, de un modo u otro, se han beneficiado de la labor de este buen hombre, trabajador, honesto y discreto, que ha sabido ganarse el reconocimiento y el respeto de todos.