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Culto, liturgia y cofradías

Esta semana contamos con la colaboración del historiador del arte y cofrade José Antonio Palma, quien invita a la reflexión sobre uno de los aspectos fundamentales de la vida de las hermandades: el culto divino

Acólito turiferario durante el traslado del Cristo del Silencio / SER Cofrade

Acólito turiferario durante el traslado del Cristo del Silencio

Según el estatuto marco que rige los destinos de todas nuestras hermandades y cofradías, los fines principales de las mismas son: “el culto público, la confraternidad de sus miembros y el ejercicio de la caridad”. En los últimos años, marcados desgraciadamente, por la crisis económica, el paro y el aumento de la pobreza en nuestro país, hemos podido contemplar con orgullo el arduo esfuerzo que han llevado a cabo nuestras hermandades con el fin de paliar en la medida de sus posibilidades esta terrible situación. Sin duda, los cofrades debemos felicitarnos por ello, a la vez que mantenernos en el empeño de seguir desarrollando y mejorando esta encomiable labor.

Igualmente, otra de nuestras mayores satisfacciones es la impecable presentación de nuestros cortejos procesionales en las calles, la cual nos ha merecido la declaración de nuestra Semana Santa como Fiesta de Interés Turístico Nacional. Este logro irreprochable no es más que el fruto de muchos años de esfuerzo. Desde hace mucho tiempo los cofrades no escatimamos en invertir lo que tenemos y también lo que no, en el enriquecimiento patrimonial de bienes perdurables como nuestros pasos procesionales y enseres, e igualmente en elementos efímeros como flor, cera, música, vestimentas, tiempo de dedicación etc. Además todo ello se ve completado por una participación cada vez mayor tanto de hermanos como de público en general.

En lo que refiere a los cultos cuaresmales, de año en año nos vemos sorprendidos por los majestuosos altares, que dan buena muestra del alto nivel que están alcanzando nuestras priostias. Nuevamente vemos como nuestras cofradías no dejan de escatimar en cera, flor, ricos, tejidos, imponentes estructuras efímeras, etc.

Estoy seguro que estas líneas, habrán despertado en el lector cofrade sentimientos de satisfacción y complacencia, tras recrearse una vez más, en las excelencias y el buen trabajo que desarrollan día a día nuestras cofradías.

Sin embargo, en mi caso particular, me llena de tristeza no haber tenido hasta el momento la oportunidad de leer algún artículo, editorial, columna, o cualquier tipo de género periodístico o literario, en el que los cofrades nos felicitemos por el esplendor del culto y la liturgia en las cofradías. No quiero pensar, que esto se deba a que se trata de un tema sin interés para los cofrades. Quizás esto se bebe a que sin lugar a dudas nos encontramos ante una de las grandes asignaturas pendientes de las cofradías y hermandades de nuestra ciudad. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que no me alegre de todo lo anteriormente expuesto, pero si es cierto, que a algunos cofrades nos llama poderosamente la atención el gran abismo que existe en el seno de nuestras cofradías entre el culto interno y externo.

A pesar de que “las comparaciones son odiosas” creo que esta vez debemos hacer una excepción y pararnos a reflexionar sobre algunas cuestiones, poniendo varios ejemplos concretos. Podemos empezar con los presupuestos económicos destinados al culto interno, como ya indicamos anteriormente, no nos resulta extraño invertir ingentes cantidades económicas en bandas de música para las estaciones de penitencia, pero siempre se nos sale del presupuesto contratar un coro litúrgico, un cuarteto, o un organista para solemnizar los cultos. En lo que a la formación se refiere, varias veces al año somos convocados para sesiones formativas sobre los temas más variopintos y disparatados, y por el contrario son pocas las hermandades que cuentan con un grupo de formación litúrgica para acólitos. Igualmente, tratamos de ser perfeccionistas hasta límites insospechados en cuestiones estetistas y sin embargo pasamos desapercibidos ante cuestiones tan básicas y que merecen la misma o incluso mayor perfección, como por ejemplo el servicio litúrgico de los acólitos durante las funciones litúrgicas. También nos gusta importar de otras ciudades aquello que creemos que es positivo para nuestras cofradías, lo hacemos solo en el ámbito estético, pero jamás nos fijamos en las hermandades foráneas que son un referente en lo que al culto y la liturgia se refiere. Con respecto la participación en los cultos podemos decir que es una de las grandes lacras que acarrean las hermandades. Y así podríamos estar redactando renglones y renglones con ejemplos sobre esta cuestión, que estoy seguro que en el fondo todos conocemos.

Con esto, no pretendo ni mucho menoscabar el ánimo, sino más bien, hacer una llamada a la reflexión sobre la importancia y el cuidado que merece el culto litúrgico en el seno de nuestras hermandades. Y para ello me gustaría acabar citando al Papa Benedicto XVI: "El trato que le demos a la Liturgia, decidirá el destino de la fe y de la Iglesia".

 
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