Ocio y cultura
Gloria Sánchez-Grande

‘Mañana seré libre’

Se presentó ayer lunes, 5 de febrero, en Madrid, el libro “Mañana seré libre”, una biografía sobre el matador de toros Iván Fandiño escrita por el que fuera su apoderado, Néstor García. Amaneció el día triste, frío y nevado, como a propósito

Firma Gloria Sánchez-Grande, "Mañana seré libre"

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Madrid

Se presentó ayer lunes, 5 de febrero, en Madrid, el libro “Mañana seré libre”, una biografía sobre el matador de toros Iván Fandiño escrita por el que fuera su apoderado, Néstor García. Amaneció el día triste, frío y nevado, como a propósito. En Madrid, una ciudad donde ya nunca nieva, tuvo que nevar justo el día en que se homenajeaba al último torero caído en el ruedo. En la explanada de la plaza de toros de Las Ventas, desde por la mañana, la estatua de José Cubero “Yiyo” se iba blanqueando, se iba helando. Ayer lunes fue, seguramente, el día más triste de este invierno o yo, al menos, lo sentí así.

En contraste con la temperatura invernal, “Mañana seré libre” está escrito en caliente, desde las entrañas. Iván Fandiño murió de una cornada el pasado 17 de junio y han bastado apenas seis meses para que su amigo y único apoderado haya volcado sobre el papel “la historia de superación de un hombre sabedor de que valía la pena vivir por lo mismo que vale la pena morir”. En sus páginas, Néstor García se muestra vehemente, desafiante, descarnado, fraternal y humano. Él mismo cuenta que Fandiño, para él, comenzó siendo un torero; después un hermano y, finalmente, un hijo. En muchos pasajes recuerda la mirada tan segura de Iván, tan convencida, tan hambrienta; una mirada que, alguna vez, a todos los que nos cruzamos con ella, se nos clavó en las tripas de por vida.

Iván Fandiño, como otros de sus compañeros, nos enseñó a “ser mortales”, es decir, a vivir con todas las consecuencias y, sobre todo, con la lucidez que da saber que, cualquier día, esa misma vida se nos irá de las manos. Todavía recuerdo cuando, hace un año, por estas fechas, por La Candelaria, Fandiño brindaba, en la plaza de Valdemorillo, un toro al padre del también fallecido Víctor Barrio: “Tu hijo está en la gloria –le dijo- donde la mayoría de los mortales sueñan estar y jamás podrán”. Él fallecería meses después de la misma manera que Barrio. El destino. La vida. La muerte. Cuesta trabajo leer los carteles de la presente temporada y que en ninguno aparezca ya su nombre.

El libro está inacabado. Termina abruptamente con la historia de un quite por chicuelinas. A Néstor García no le interesaba narrar cómo murió Iván Fandiño, sino como vivió. Contar su particular relación, única en el mundo del toro, le ha servido para estar en paz con él mismo y con el torero; de hecho, no oculta los errores que considera que cometió como apoderado. “Soy consciente de que me equivoqué muchas veces –afirmó en la presentación-, pero él fue tan grande que tapó mucho de mis defectos”. Ambos fueron cómplices, socios y amigos durante casi 15 años.

Los beneficios de esta obra irán destinados, íntegramente, a la familia de Fandiño. Y hoy seguirá nevando.

 
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