Pablo García Baena

Sevilla

Andalucía era para él decir luz y palabras de uso exclusivo. Palabras como lujo solo de los andaluces de esas que no conocen en la España de arriba por muy poética que sea. Que lo es, por muy hermosa que sea, que lo es, pero nunca tan rica en bellezas intocables de las que riegan el alma y refinan el pensamiento.

Palabras que si se aman se disfrutan como frutos exóticos en los labios. Más bellas palabras tenemos en Andalucía, así lo aseguraba el poeta Pablo García Baena. Andalucía fue su ideal por eso nunca quiso salir de aquí. Donde los poetas hacían verdadera música con las palabras, saboreadores de la palabra como esencia de pensamiento y de las palabras hermosas que los distinguían si se arriesgaban a llevárselas a la boca.

Hablo de Pablo, el querido por todos, atada a una mano a los poetas de su grupo cántico y la otra a los del 27. Siempre Cernuda en la admiración y la fe en la piel, a la belleza del deseo, a la verdad de la piel cuando el alma la hace belleza y deseo. Hablo de Pablo, siempre en Córdoba. Pablo García Baena siempre de acuerdo consigo mismo y mira que eso es difícil. Siempre en Córdoba, siempre en la luz Andalucía como ideal como lugar de disfrute de la suerte de no haber tenido que buscarla fue ella la que lo trajo y él le fue fiel.

Andalucía en su luz, en su inspiración, en la calidez de la piel y el fuego del alma en la entrega, en el riesgo de desear el riesgo. ¿Cómo habría sido su obra si hubiera abandonado? Nunca lo sabremos. Su belleza estaba en ella, en la Andalucía que nunca abandonó. Como nunca sabremos como había sido su obra si Cernuda se hubiera quedado para siempre en aquel patio de su casa de Sevilla leyendo Bécquer, albanio en el Edén.

Ahí los dejo en mi evocación, juntos, en algún planeta donde el deseo se haga realidad cumplida cada día. Pablo García Baena en el adiós nunca, porque ya vive en el olimpo de los dioses de la poesía, tan lleno de andaluces.

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