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La imposible historia de amor de Manuel y Sinforosa en la Cuenca del siglo XVIII

Esta semana en "Así dicen los docuementos", Almudena Serrano nos cuenta esta historia de amor imposible

Casa del Corregidor, antigua cárcel de Cuenca / Antonio Madrigal belinchón

Casa del Corregidor, antigua cárcel de Cuenca

Cuenca

 La historia social de la ciudad de Cuenca durante los siglos de la Edad Moderna, nos descubre interesantes y sorprendentes hechos en el día a día de una ciudad castellana, donde no faltaban los conflictos de toda índole.

En el programa de hoy de "Así dicen los Documentos" con Almudena Serrano vamos a relatar un caso que ocurrió a finales del siglo XVIII. Unos hechos que tuvieron como protagonistas a un padre y un hijo, enfrentados por el amor que profesaba Manuel, el hijo, a una mujer, Sinforosa, y el matrimonio que contrajo con ella contrariando gravemente a su padre.

Amor encadenado - Así dicen los documentos

17:56

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Empecemos a conocer los hechos…

Efectivamente, vamos a ver un caso singular por los pintorescos y delicados momentos que lo rodearon desde el principio.

A través de estos sucesos vemos que la documentación notarial y judicial, redactada por los mismos escribanos, pone ante nuestros ojos del siglo XXI la rigidez y crueldad de aquellas relaciones familiares.

Tal es el caso, ocurrido durante los meses estivales del año 1773, entre Manuel Felipe Villodre y su padre, Pedro Matías Villodre, que era regidor perpetuo de Cuenca, dedicación profesional que revelará más paradójica la historia que les propongo hoy.

Para que nuestros oyentes conozcan el oficio de regidor, cuéntanos brevemente a qué se dedicaban…

Los regidores eran cargos municipales que desde la Edad Media tuvieron asignadas funciones de administración y gobierno económico.

Lo que hoy equivaldría a nuestros concejales…

Como en todo acto ante la Justicia, en el caso de hoy tenemos dos partes y algunos testigos que, con su testimonio, contaron los sinsabores iniciales que llevaron ‘a una noche de desazón’, causada por la negativa de Manuel de obedecer a su padre, que quería enviarlo al Real Servicio de Armas, a servir a Su Majestad, mientras que él lo que deseaba era cumplir su palabra de matrimonio con Sinforosa, su amada.

Entre los testigos que prestaron declaración acerca de los antecedentes en el comportamiento desobediente de Manuel, tenemos a Juan Antonio García, de 24 años y soldado del Regimiento de Caballería del Rey, en estos términos. Recordemos antes de leerlo que Manuel es el hijo y Pedro el padre. Veamos el testimonio del soldado:

‘Con motivo de tener amistad con Pedro Villodre (…) sujetó y detuvo al don Manuel, quitándole la navaja que tenía en la mano, con que amenazaba (…) y también lo ató con un cordel, que servía para el caballo, hasta que vino su padre, y por la tarde lo pusieron en un cuarto, con un par de grillos. Que fueron tantas las amenazas y su ira que la gente de la casa se iba huyendo’.

Ante este altercado, hasta el vicario del parroquial de santo Domingo de Silos, que vivía en frente, ‘por vecindad y feligresía, procuró reprenderle sus excesos, a quien, en vez de aquietarse, prorrumpió en algunos dicterios contra la persona del dicho vicario’.

El vicario, viendo que la situación se tornaba incontrolable, ‘fue a dar parte al Corregidor, pues era inaguantable su desvergüenza’.

Sabemos que nuestro aguerrido y enamorado Manuel había estado estudiando en Alcalá de Henares…

Sí, lo sabemos porque otra vecina, Cayetana Higueras, declaró que ‘después que vino de Alcalá, en el año 71, fue cuando principió a estos excesos, con más osadía aún, que antes ya cometía algunos…’.

Debía ser conocido por el vecindario el carácter de Manuel…

El padre de Manuel, Pedro Villodre, regidor perpetuo como dijimos, que conocía perfectamente los entresijos de la ley, no tuvo reparo en llevar a su hijo ante la justicia ‘por la poca obediencia y mal modo con que se conduce’. Además, no le quedó más remedio que encerrarlo en un cuarto con unos grilletes, siendo su deseo que ‘se le ponga en un presidio por algunos años ya que las correcciones paternales no han sido bastantes’.

A pesar de que su padre le insistió para que reconsiderase sus actos, Manuel jamás lo hizo de modo que tan grave consideró su padre esto que quiso arrestarlo, como así sucedió.

Conozcamos con detalle qué hizo el desdichado Manuel para contrariar de esa manera a su padre, hasta el punto de encadenarle y denunciarle, para que le apresaran en la cárcel de la ciudad…

Bien, de todo ello tenemos la respuesta en los usos sociales de aquellas centurias y en la declaración de Manuel, el 7 de abril del año 1775, cuando compareció ante el notario y testigos ‘por quanto a contraído perfectamente esponsales con doña Sinforosa Grande, en su entera libertad (…) y que a disuadirlo de su debido cumplimiento no han bastado las amenazas notorias de don Pedro Villodre, su padre, y castigos de su orden, mandados ejecutar en la persona del otorgante, su hijo, a cuyo nombre y del padre de la contrayente se han pedido los correspondientes desposorios en el Tribunal eclesiástico de esta ciudad, los que ha librado en vista de la justificación y certeza del contrato esponsalicio, pedimiento del otorgante y su futura esposa, en que ha llegado a tanto la sevicia de don Pedro Villodre, padre de dicho otorgante, que obligó a éste a salir de su casa, arrojándose por la ventana de un quarto en que estaba preso’.

Es decir, que el hijo se escapó del encierro al que le obligó su padre. Y sigue diciendo:

‘Y que para lograr sus designios, el referido padre ha acudido a la Justicia real, intentando desvanecer la obligación del otorgante, a pretexto de cierta orden del Ilustrísimo Presidente de Castilla (…) dirigida a destinar al otorgante con su acuerdo al Real Servicio de Armas, según su calidad’.

Es decir, que su padre quería que Manuel fuese a prestar servicio en el ejército y que no se casase…

Los oyentes no deben extrañarse de la actitud de negativa paterna al compromiso de su hijo, puesto que lo normal en aquellos siglos era el matrimonio hecho y cerrado entre familias, si bien, las bodas fruto de un pacto no siempre cumplían las expectativas de padres o novios, por motivos de dotes o elección de personas.

Aunque es cierto que la situación de Manuel es un ejemplo del cambio de mentalidad que algunos empezaban a experimentar, llegando al caso de casarse fuera de su parroquia para eludir el acuerdo establecido por los padres, de contraer matrimonio con quien la familia deseaba, o de enviarlo al servicio del rey, en el ejército, de cadete, como fue el caso de Manuel.

El matrimonio consagrado por la Iglesia era el resquicio que quedaba a quienes deseaban casarse, alejados de los dictámenes paternos, llevando al final su opción personal, en un enlace ‘por amor’.

Y en ello estaba ocupado y preocupado Manuel, defendiendo su amor a Sinforosa, y según nos cuenta el expediente, tuvo que acudir a la justicia eclesiástica:

‘No encontrando abrigo en la Justicia real, acudió al Tribunal eclesiástico de esta dicha ciudad, pidiendo el depósito de la persona del otorgante, ofreciendo contribuir a sus alimentos y seguridad, con la de no molestarle, y otras cosas, que más largamente constan’.

Es decir, que tuvo que acogerse a sagrado ‘temeroso de experimentar las mismas y nuevas invasiones en qualquier parte que se deposite su persona en esta ciudad, y no menos de que sin libertad se le hagan pagar a la fuerza, que se reconoce a la obligación esponsalicia que ha contraído con dicha Sinforosa Grande, para que tenga lugar de aquel modo las intenciones de su padre en distraerle de tan debido cumplimiento, como el que tiene ejecutado’.

O sea que tenía miedo de que en cualquier lugar de la ciudad lo detuvieran…

La idea del padre de Manuel, acorde con la mentalidad de aquellos siglos, y teniendo en cuenta la posición social de la familia, pasó por ‘destinar al otorgante con su acuerdo al Real Servicio de Armas, según su calidad’.

Una de las posibilidades debió pasar por ingresar de cadete puesto que en los regimientos de Infantería y Caballería de línea existían dos plazas de cadete por compañía, reservadas para la nobleza.

Para aspirar a una de estas plazas había que ser, como mínimo, hijodalgo notorio. El individuo de condición noble que deseara seguir la Carrera de las Armas durante el reinado de Carlos III debía ingresar como cadete regimental con ocasión de vacante. Convocada la vacante y presentada la documentación al coronel, éste decidía la admisión de uno de los aspirantes. Esta elección arbitraria alentaba, naturalmente, el favoritismo. El resto de aspirantes que no la obtenían podían quedarse en el regimiento como soldados distinguidos o de primera, en espera de que se produjera alguna vacante. Ambas calidades, soldados distinguidos y cadetes, tenían el tratamiento de Don.

En aquella sociedad cerrada, prebendista y recurrente, resultaba muy complicado arreglárselas sin padrinos, hasta para un individuo de condición noble y no digamos para el que no lo fuera…

Pero el hecho, contra casi todo y todos, fue que Manuel Villodre se comprometió con Sinforosa y, ante todas cosas, quería llevar a buen fin su compromiso…

Efectivamente. Y por eso, en el expediente se dice lo siguiente:

‘Otorga que protesta quanto hiciere y consintiere contra lo que lleva relacionado, pues su ánimo y voluntad no es otro que cumplir como debe lo que tiene tratado, y lo que contra ello haga y diga será violento, y solamente por redimir la vejación que pueda padecer contra su persona y estados’.

Es decir, que estaba diciendo que todo lo que le sucediera que no estuviera en el documento que hizo de sus esponsales sería porque alguien le obligó a llevarlo a cabo bajo amenazas…

Lo único que quería era casarse con Sinforosa y por eso no le quedó más remedio que refugiarse en sagrado, único espacio en que estaría libre de la persecución paterna y de la justicia real.

Finalmente, Manuel acudió a un escribano público, como oficial que daba testimonio de actos, con la presencia de testigos, para así dejar constancia de su voluntad, puesto que su padre le impedía casarse.

Vemos con este caso cómo la lectura de los documentos descubrimos sucesos que se nos antojan insólitos pero que pertenecen al carácter y a la cultura de nuestros antepasados.

El día a día, con historias vividas de encuentros y desencuentros, experiencias vitales que nos estremecen, escritas pacientemente por los escribanos, esperan a los usuarios de los Archivos.

Es la diversidad de hechos que ocurrieron en aquellos siglos y que fueron dando forma al devenir de la Historia social de Cuenca.

Y que como ven los oyentes cada jueves, los tenemos muy bien documentados en actas notariales y procesos judiciales.

 
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