El turismo sin prisas
Aragón ofrece innumerables posibilidades para disfrutar del llamado 'turismo slow', que ofrece estar en contacto con la naturaleza y la población
Huesca acoge estos días unas jornadas internacionales en las que analizan, entre otros asuntos, los beneficios que proporciona esta actividad a los habitantes y al entorno
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GETTY IMAGES
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Zaragoza
2016 está siendo un buen año para el turismo aragonés. Un 11% de todos los turistas que se mueven por España visitan Aragón y todo apunta a que este año se van a superar los tres millones de turistas. Hay muchas formas de viajar, y Aragón se encuentra entre las mejores regiones españolas cuando hablamos de un determinado tipo de turismo: el 'turismo slow', es decir, viajar de forma relajada, sumergiéndose en la naturaleza y, ante todo, interaccionando con la población local. Durante estos días (del 13 al 19 de noviembre), un centenar de estudiantes y profesores participan en Huesca en las XIX Jornadas internacionales de la Red Europea de Estudios Universitarios de Turismo que organiza la Facultad de Empresa y Gestión Pública de la Universidad de Zaragoza.
Es el turismo rural de toda la vida, pero con conciencia social y medioambiental, optando por los establecimientos locales en vez de por las cadenas de apartamentos. Silvia Manzanera, de la Asociación Turismo Verde, señala que "el perfil 'slow' está buscando el contacto directo con la naturaleza, el territorio, con las gentes, disfrutar con calma de la estancia" y estas experiencias "son lo que nuestros alojamientos rurales ofrecen al viajero".
Ser apicultor o pastor...
En Latorrecilla, un pequeño pueblo de 30 personas cerca de Aínsa, tenemos un buen ejemplo de establecimiento slow: Casa Lanau, un alojamiento donde los dueños ofrecen a sus clientes la posibilidad de ayudarles en su trabajo real: la apicultura. Francisco Parra viste a sus huéspedes con trajes especiales y los guía entre los panales. "Impresiona y cautiva para siempre al que abre una colmena porque es fácil tenerles miedo pero es muy fácil amarlas y respetarlas desde el momento en el que conoces cuáles son todas sus propiedades y cómo es su vida", explica.
También puedes convertirte por un día en pastor. Además de dormir en una pardina, una auténtica finca aragonesa, la Borda de Pastores (en Pardina de Ayés, Sabiñánigo) ofrece esa posibilidad. Sales con Vicente Sancho a tocar y pasear sus ovejas, y, luego, a la hora de comer, un menú tradicional, a base de "migas de pastor, una buena ensalada y ternasco de Aragón a la brasa en sus distintas formas".
Más estiloso es lo que propone Eduardo Pascual: Glamping en Sierra de Guara, una combinación entre glamour y camping. Desde finales de primavera y durante todo el verano, este empresario despliega 25 tiendas de campaña bien equipadas para despertarse por la mañana enfrente de este paraje. Estas tiendas tienen "tres metros de altura y las equipamos con su colchón, sábanas, mantas, alfombras", explica. "Conseguimos la comodidad de un apartamento pero en un camping, de tal manera que estás en pleno contacto con la naturaleza".
...Pero sin alejarse de las nuevas tecnologías
No obstante, este concepto, el turismo slow, no está reñido para nada con las nuevas tecnologías y la cultura de masas. Prueba de ello es la ruta que Alberto Marín realiza por el Valle de Pineta, al oeste de Monte Perdido. Alberto colaboró en las localizaciones de la película 'Palmeras en la nieve', y, ahora, ha creado una ruta inspirada en la película y en el libro de Luz Gabás. "Son fans de Mario Casas que vienen atraídas por los escenarios de la película, que quieren conocer un poco más", detalla. La ruta pasa por pequeñas poblaciones como Chisagüés y Espierba, e intenta revitalizar los establecimientos locales, entre ellos, el restaurante El Kanguro Truchero, el favorito del equipo de rodaje y lugar en el que se puede probar el plato que más gustó a Mario Casas, "couscous aragonés, donde la sémola se combina con el tomate, con la longaniza y especias, dando un plato muy sorprendente".
Pero, si de imagen futurista se trata, seguramente impresionarán más los siete segways de Javier Pérez, esos patinetes gigantescos de dos ruedas motorizados que tanto se publicitan en ciudades como Madrid o Barcelona. Ya han llegado al Pirineo y Javier realiza rutas con ellos cerca de Alquézar. Asegura que son cien por cien seguros: "Una vez que estás subido, realmente es muy sensible, reconoce muy bien tus movimientos y acaba siendo una extensión de tu cuerpo", explica. Es la variante más moderna del 'turismo slow' que, aun así, conserva esa esencia de disfrutar de la naturaleza y, a la vez, potenciar la economía local.