No sé qué decir...

Asturias
No sé qué decir, la verdad. En plena excitación de feminismos; de “procesos” abiertos; de primarias placebo y un serial espectacular de elecciones variopintas, a bombo y platillo, me siento cohibida, la verdad. Reconozco que ignoro e ignoraré muchas cosas, pero mantengo el deseo de saber, el “studium” y, en momentos tan propicios para la instrucción pública, necesitaría ser persuadida con razones políticas a contra tiempos malignos, no seducida con trucos de relatos zalameros y engañosos, lubricante postmoderno de la abominable revolución liberal-conservadora ¿en curso imparable? Es cierto, no sé muchas cosas, pero creo recordar que siempre hubo rebeldes donde hubo sumisión y que había nieve altanera en los “pasos” que habrán atravesado los derrotados, que irán por el monte, solos…corredores de fondo.
Todo está hecho polvo y las articulaciones de los cuerpos individuales y sociales tan descoyuntadas que serían necesarios unos buenos algebristas que recolocaran los huesos para que las ideas y principios luciferinos, circularan por su médula, sanamente. Pero ya no hay algebristas, sino confluyentistas.
A los políticos en campaña les rogaría, rogaríamos que no nos cuenten más cuentos. Pero si se empeñan que sean cuentos de Calleja, pequeños, humildes, económicos, sabios, irónicos, según su lema: “todo para la ilustración de los niños”. Calleja y su equipo sabían que la paciencia y la ironía eran las virtudes políticas revolucionarias elementales para producir el cambio que la España deslustrada de entonces y de ahora necesita.
Con realismo mágico, solían terminar así:
“Y fueron felices y comieron perdices… y a mí no me dieron porque no quisieron”.