Las Pelayas no respetaban la clausura y convivían con los monjes de San Vicente
Es una de las conclusiones de un proyecto de investigación en el que participa la Universidad de Oviedo. El equipo asturiano estudia el papel de las religiosas en la Edad Media
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Monasterio de San Pelayo de Oviedo, donde actualmente residen las monjas benedictinas conocidas como "las Pelayas", un orde de monjas de clausura. / Alejandra Martínez
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Oviedo
Las monjas benedictinas de Oviedo, conocidas como “las Pelayas” por vivir en el Monasterio de San Pelayo, son monjas de clausura, y cumplen a rajatabla lo que ello supone. Pero no siempre fue así. Una investigación liderada por la Universidad de Barcelona y en la que participa la Universidad de Oviedo demuestra que entre los siglos XII y XVI era frecuente que las monjas no respetaran la clausura. Raquel Alonso, profesora de Historia del Arte de la institución académica asturiana apunta que “salían habitualmente para visitar a su familia o confirmar donaciones al monasterio, y también entraban laicos a las zonas de recogimiento”. Esto viene a romper un tópico sobre el papel de las mujeres en los monasterios durante la Edad Media.
Y si es por desmontar tópicos y aunque es trabajo aún no está finalizado – se prevé completarlo en 2017- otra de las conclusiones de la investigación en curso es que existían comunidades religiosas mixtas, de hombres y mujeres que vivían en el mismo monasterio. Fue el caso del de San Pelayo en Oviedo, donde durante un tiempo, según este estudio, las monjas convivieron con la comunidad masculina del que más tarde se convertiría en el vecino monasterio de San Vicente.
La profesora que forma parte del equipo asturiano, Raquel Alonso, explica que “los conventos de mujeres necesitaban capellanes para la asistencia sacramental. En los más ricos, su número era elevado y, en la práctica, llegaban a establecerse dos comunidades en la que capellanes entraban también a las zonas de clausura”. Esta cierta laxitud en el respeto a la clausura en el caso del Monasterio de San Pelayo, se debía también a su conexión con la nobleza asturiana que lo convertía en un convento poderoso, en el que la vida monástica según los investigadores, estaba más condicionada por el estatus social elevado de las monjas que por su condición de religiosas.
La novedad de este estudio reside en que investiga, desde una perspectiva de género, cómo vivían las religiosas en los reinos peninsulares del medievo.