Velar por la igualdad sin destruir la lengua
El comentario de Ana Mellado
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Palencia
Imaginen una rueda de prensa de un partido político, en la que se necesitaran 10 minutos para exponer los temas de la convocatoria. Y ahora imaginen que ese tiempo casi se duplica al citar en el discurso la forma masculina y femenina de cada sustantivo susceptible de ello. Los vecinos y vecinas, los ciudadanos y ciudadanas, los concejales y concejalas… y así hasta donde ustedes puedan imaginar.
He utilizado el ejemplo de la rueda de prensa y los políticos porque además de ser real, es uno de los ámbitos en los que he podido observar con más frecuencia esta situación, aunque se produzca en otros escenarios y con otros colectivos.
Recuerdo claramente, cómo una de estas ruedas de prensa (ha habido muchas de corte parecido) fue especialmente bochornosa. Y es que uno de los convocantes se hizo un lío tremendo por su celo en la utilización de un lenguaje no sexista. Así, habló por ejemplo de “nuestros y nuestras vecinos y vecinas que están cansados y cansadas”. Llegó un punto en que los periodistas nos perdimos en las farragosas frases que se hacían incomprensibles. Él mismo perdió el hilo en varias ocasiones provocando miradas de sorpresa al principio y de hartazgo poco después. Lo peor, que inconscientemente, esta persona consiguió que su mensaje se diluyera por completo.
Es cierto que la lengua es algo vivo, que evoluciona con el paso del tiempo. Claro que debemos adaptarnos y ser cuidadosos en favor de la igualdad, pero también es necesario recordar, que como explica la Real Academia Española, el sexo y el género de las palabras no tienen por qué coincidir. Nuestras palabras tienen género gramatical, y el plural masculino se impuso en los orígenes de la lengua para ser utilizado de forma genérica. Otras lenguas tienen género neutro, pero nosotros, podemos usar sustantivos que hacen referencia a un colectivo: ciudadanía, población, juventud…
Por todo esto, quienes consideramos la lucha por la igualdad y contra la discriminación de la mujer un asunto capital, nos sentimos atrapados entre lo políticamente correcto y el uso adecuado del lenguaje. Incómoda situación.
Discrepo en este sentido con algunos amigos y conocidos brillantes, que ven con buenos ojos esta forma de expresarse porque insisten en que la lengua, es el reflejo de la sociedad y un buen punto de partida para cambiar las cosas en materia sexista. Con ellos coincido en lo principal, hay mucho por hacer.
Empecemos por utilizar los sustantivos colectivos siempre que sea posible, utilicemos las formas masculina y femenina puntualmente con el fin de enfatizar los mensajes que lo requieran, pero no destrocemos una lengua tan bella como la nuestra. Porque el machismo no se combate destruyendo sino construyendo. Y esa batalla está no tanto en las palabras sino en el uso e intencionalidad que les damos, está en las empresas, en los publicistas, está en quienes legislan, en nuestros docentes y está sobre todo en la sensibilidad colectiva, esa que tenemos que cultivar, cuidar y educar para la igualdad.