Es de justicia
Una conversación con el juez Dolado y el árbitro Clos Gómez
Hubo un tiempo en el que las cámaras no podían entrar en los juicios, ni siquiera las de fotos. Entonces había dibujantes profesionales que seguían las vistas y las interpretaban con sus lápices en los periódicos. Fuera de eso, el resto de los juicios quedaba para la imaginación y para la ficción, y en eso la Justicia ha deparado grandes películas: Doce hombres sin piedad, Matar un ruiseñor, A sangre fría, Kramer contra Kramer, La caja de música, Philadelfia y muchas más.
Ahora nos hemos acostumbrado a las cámaras de televisión y a los juicios muy mediáticos, algo con lo que otros jueces muy distintos, los árbitros de fútbol, llevan mucho tiempo conviviendo y que a menudo se convierte en su cruz, porque algunas de sus decisiones son revisadas una y otra vez como si estuvieran bajo un microscopio.
Ángel Dolado es juez decano de Zaragoza, un cargo elegido por votación entre sus compañeros. Carlos Clos Gómez es árbitro de fútbol de Primera División, profesión en la que ha conseguido ser internacional. Dolado nació en Soria y, como tantos de esa provincia castellana, se afincó con su familia en Zaragoza cuando solo tenía tres años. Clos Gómez nació en la capital aragonesa, aunque desde hace años vive aguas arriba del Ebro, en la localidad de Pinseque, entre el río y el Canal Imperial.
A Dolado le gusta mucho el fútbol y lo sigue practicando con regularidad; él mismo se define como un extremo ratonero al que le gusta internarse hacia el centro. Coincidió con Clos Gómez cuando el juez organizó un torneo triangular entre jueces de Barcelona, Madrid y Zaragoza, partidos que fueron arbitrados por el colegiado zaragozano.
Los colectivos que representan tienen alguna peculiaridad a la hora de ser nombrados. A los magistrados se les suele conocer por el primer apellido y sustituyendo el nombre por el cargo: el juez Dolado. A los árbitros en España se les conoce siempre por sus dos apellidos. La explicación viene desde la dictadura, cuando había un árbitro llamado Ángel Franco. Como esta es una profesión controvertida desde siempre, y con amplio reflejo en las informaciones, para evitar que pudieran salir titulares hablando de los errores de Franco, lo que se prestaría a bromas con el dictador, el régimen impuso la denominación que aún persiste. Así aquel árbitro pasó a ser Franco Martínez y con él duplicaron apellido todos los que han venido detrás: Guruceta Muro, Sánchez Arminio, Soriano Aladrén, Pes Pérez, Daudén Ibáñez, etc. Aunque Clos Gómez bromea con otra explicación que dan desde su colectivo, según la cual es para que los aficionados se puedan acordar de sus padres y de sus madres.
Lo comentamos al comienzo de una conversación que parte de la anécdota de que ambos reparten justicia, aunque sea en ámbitos opuestos y de manera muy distinta, pero lo cierto es que los dos coinciden también en que tuvieron muy claro desde jóvenes que les atraía la función que ahora ejercen.
Carlos Clos Gómez-Yo llevo desde los 15 años en el arbitraje, entonces con alevines, con partidos de niños. En aquellos momentos para mí era muy impactante que siguieran mis decisiones los once jugadores, los entrenadores y los aficionados. Ahora, después de tantos años, te das cuenta de que tus decisiones tienen una gran relevancia, pero que no deja de ser un deporte. El fútbol tiene la relevancia que cada uno quiera darle.
Ángel Dolado- En mi caso, ya al hacer la primera ficha en la Facultad de Derecho, una serie de amigos nos dijimos que íbamos a ser jueces. De los seis que hicimos esa ficha, cinco lo somos en la actualidad. Ser una persona que te crees responsable y con capacidad para dirimir los conflictos entre otras personas es algo que imprime carácter y que algunos lo hemos sentido desde críos. Yo he sido siempre un mediador nato, ya desde que estaba en el colegio, y siempre he creído que el concepto filosófico de Justicia es muy importante.
Hay otra cosa que puede unir a ambos: el hecho de estar en el punto de mira, de que sus decisiones sean valoradas públicamente y que a veces originen controversias. La pregunta es cómo se convive con eso.
CCG- Al principio, cuando entras en el fútbol profesional, te resulta un tanto extraño que tus decisiones en partidos importantes repercutan durante varios días, incluso a veces semanas. Cuando lo había vivido desde fuera, alguna vez había pensado que cuando tuviera que tomar decisiones a ese nivel no me afectaría su repercusión posterior. Pero no es verdad. Lo cierto es que te afecta y después de varios días te dices qué he hecho tan importante para que siga viéndome en la portada de los periódicos. Luego, con el tiempo, luego ya te acostumbras. Ya llevo diez años en Primera División y lo veo como parte del juego mediático. Sin embargo a la familia le cuesta más acostumbrarse, aunque poco a poco también lo van asimilando. Tengo dos hijas pequeñas y ahora es cuando empiezan a darse cuenta de que su padre sale alguna vez en el periódico.
AD- El caso de los jueces es diferente, aunque algunas sentencias están en el punto de mira mediático y son criticadas en los medios de comunicación. Eso también forma parte de nuestro oficio. Dicen que uno es buen juez cuando no se deja influir por las partes en conflicto e imparte justicia conforme al Derecho; conforme a la normativa que tenemos. Lo cierto es que es en muchas ocasiones es difícil, sobre todo cuando tienes que desestimar pretensiones que son justas, pero se han interpuesto fuera de plazo o están prescritas. Ese es un tema que me afecta mucho. Por ejemplo toda la problemática que vivimos con la talidomida y que a lo mejor, porque las acciones están fuera de plazo, esas personas no están siendo indemnizadas por la empresa farmacéutica. Ese tipo de cosas nos afectan a todos en el día a día.
En teoría, otro concepto que les une es de la imparcialidad, pero ¿es posible ser imparcial al cien por cien?
CCG- Yo creo que sí. El árbitro es imparcial. Esa es la principal virtud sobre la que debe apoyarse nuestra profesión. Otra cosa es que nos equivoquemos, que nos vamos a equivocar, porque tenemos que tomar decisiones en décimas de segundo y luego a posteriori, con la tecnología audiovisual, se analizan al milímetro y se demuestra si son acertadas o no. Pero el punto de partida es que hemos tomado la decisión con total imparcialidad, sin tener en cuenta ni a quién estás arbitrando ni a las aficiones de ningún equipo.
AD- En la judicatura es exactamente lo mismo. Un juez es imparcial. Cuando le llega un asunto, no tiene ninguna vinculación ni objetiva ni subjetiva con ninguna de las partes que están en el conflicto, ni siquiera con el tema que tiene que resolver, porque podrías decantarte incluso desde el punto de vista ideológico y eso lo tienes que abstraer. Yo creo que en nuestra profesión una persona es un buen juez cuando no le afecta el conflicto que tiene entre manos ni las partes que están en juego.
Descendiendo del trabajo al territorio, queremos saber si ser aragoneses tiene alguna repercusión en sus oficios; alguna ventaja o algún inconveniente.
CCG- Para mí, en este momento, la ventaja que tiene, lamentablemente, es que hoy en día el Zaragoza no está en Primera División y puedo arbitrar cualquier tipo de partidos. En los últimos partidos de la liga se tiene muy en cuenta que no arbitres ningún encuentro que pueda tener una consecuencia indirecta sobre otros en los que puedan estar implicados equipos de tu ámbito territorial. Por lo demás, creo que los aragoneses somos bien reconocidos y bien vistos en toda España. El tema regional se nota en algunas rivalidades, incluso políticas. Vas a Pamplona y no te miran igual de bien. Lo mismo pasa en Murcia. A veces incluso te insultan por tu origen. Son cosas con las que cuentas, aunque no acabes de entenderlas, y que probablemente aquí en Zaragoza ocurrirá también con árbitros de otras procedencias.
AD- Por nuestra parte, yo creo que este es un buen momento para ser juez en Aragón. Dentro de España, se puede decir que en Zaragoza en particular y en Aragón en general estamos dentro de un auténtico oasis judicial; por la gran formación de todos los colectivos, desde los funcionarios a los fiscales y los jueces, porque es un destino final y estamos todos muy bien preparados. Pero lo que echamos en falta, a diferencia de Carlos, es que nosotros nunca tenemos la internacionalidad, por decirlo de alguna manera. Me refiero a que tenemos muy buenos jueces y sin embargo nadie de aquí va al Tribunal Supremo, al Tribunal Constitucional o al Tribunal de Luxemburgo. Esto nos llama la atención porque tenemos jueces de reconocido prestigio. No lo entendemos. Bueno, yo lo achaco a que la designación de cargos es muy compleja, pero no llego a entenderlo porque tenemos una formación jurídica muy importante y no se ve reflejada en tribunales superiores. Menos mal que en la fiscalía si se ha dado y dos fiscales de aquí han sido promovidos recientemente a Madrid. Pero si analizamos los datos objetivos, se puede decir que hay una cierta marginación de Aragón a la hora de acceder a tribunales superiores. Creo que desde los años 80 no hay ningún magistrado aragonés en el Tribunal Supremo. A nivel de los órganos de gobierno del poder judicial, tampoco hemos tenido un magistrado netamente aragonés, porque el último fue un compañero con destino y residencia en Cataluña. Ese déficit lo notamos. Somos un colectivo muy querido, tenemos un gran nivel de respuesta, tanto en tiempo como desde el punto de vista jurídico, al nivel de los primeros de España, así que de vez en cuando deberían promocionar algún magistrado aragonés a tribunales superiores de España y de la Unión Europea.
Aparte de lo estrictamente profesional, ¿cómo ven el Aragón actual?
CCG- Yo lo veo como toda España en general, no muy bien. Hay mucho que mejorar y espero que todo vaya mejorando. Se ven algunos de esos brotes verdes que dicen los políticos, pero queda mucho margen de mejora y espero que avancemos en ese sentido.
AD- Yo creo que estamos en una especie de stand by. No solo en Aragón, sino en toda España. Somos gente ilusionada porque creemos que tenemos que seguir adelante, pero no vemos un referente claro. Menos mal que en el mundo de la ciencia si los estamos teniendo, pero en el mundo de la política, o del propio Derecho, la sensación es que estamos estancados. Yo he sido muy optimista, pero ahora no lo soy tanto. Por lo menos, que las cosas no vayan a peor. Estamos teniendo principios de desigualdad superiores a los que había en la Transición. Yo reivindico que haya reformas consensuadas. Desde el punto de vista técnico, la mayoría de los que estamos en el mundo del Derecho sabemos cuáles son las reformas positivas, en beneficio de todos, incluso las hemos expuesto. Las hemos descrito, pero mi conclusión es lamentable porque nadie las lleva al Boletín Oficial del Estado. Al BOE o al BOA (Boletín Oficial de Aragón) se llevan otras resoluciones que no benefician al ciudadano en general y mi ilusión sería que en adelante eso se modifique.
¿Tienen algo que reinvindicar?
CCG- A nivel deportivo, yo pediría más respeto, por ejemplo para nuestra profesión. Que se nos respete más y que se vea el deporte desde un punto de vista más lúdico. En ese sentido, la educación es importante. Yo cuando era adolescente iba a los campos de fútbol con mi padre y veía gente de un estatus más bien alto que al llegar a un recinto deportivo se comportaba de una manera lamentable. Ya entonces no lo entendía y veo que sigue ocurriendo treinta años después. Esto es difícilmente explicable, porque además a estos recintos van acompañados por sus hijos, que ven a sus padres comportarse de forma lamentable. Y eso no implica nada. Ese señor no cambia, y sin embargo al día siguiente, cuando va a trabajar a su empresa, ya se comporta de una manera normal. La verdad es que resulta poco comprensible
Desde su experiencia como árbitro internacional, Carlos Clos Gómez reconoce que en el extranjero ha visto comportamientos incluso peores entre los aficionados, sin embargo considera que desde el punto de vista mediático en otros países se respeta más al oponente y a la figura arbitral, algo que echa en falta en nuestro país.
En el tema mediático, los jueces no están tan expuestos como los árbitros, no obstante en la última década se ha dado el caso de algunos jueces que han logrado una cierta popularidad, bien por los casos que llevan, bien por sus decisiones. El juez Dolado no lo ve como algo negativo.
AD- En los siete años que llevo como juez decano lo he tenido muy claro: la forma de prestigiar a mi colectivo es que se conozca desde dentro. Tengo una gran ventaja y es que en este tiempo no he ejercido jurisdicción en el día a día y eso me ha permitido poder realizar una labor didáctica de cara a la ciudadanía, incluso escribiendo artículos que puedan interesar sin que yo mañana tenga que poner un auto o una sentencia. Eso es importante. Lo estamos haciendo bastantes jueces a nivel de la grandes ciudades, para que se sepa que somos personas normales, que podemos tener los problemas de cualquiera, pero que tenemos una visión propia que conviene dar a conocer a la ciudadanía.
¿Y cómo se siente el colectivo de jueces en cuanto a aprecio popular?
AD- Si miramos las estadísticas con carácter general, aunque hay que mirarlas con lupa, la valoración que tenemos no es buena. Pero yo me niego a creerlo así. Estamos viendo actualmente que, en materias como el derecho de consumo o de lucha contra la corrupción, estamos llegando tarde porque la justicia es lenta y porque no tenemos medios, pero llegamos, y ya estamos viendo a personas sentadas en el banquillo, incluso cumpliendo penas, y a veces hasta embargando bienes. Por tanto la apreciación de las personas que vienen al día a día de los juicios es mucho más positiva que la que se puede tener con carácter general, cuando se opina de todo sin tener un conocimiento real. Yo creo que la valoración últimamente está siendo más positiva; de hecho ya se está acuñando una frase: los jueces en España, junto con los fiscales y la policía, somos el último bastión, la última frontera en la defensa de los derechos fundamentales de los ciudadanos, y eso hay que mantenerlo a gala.
Un gran contraste entre ambas profesiones es que en España se puede ser juez hasta los 72 años, edad que algunos puede parecer excesiva sobre todo de cara a la renovación de un estamento fundamental en el Estado de Derecho, mientras los árbitros han de retirarse a los 45 años, edad que a los afectados les parece demasiado temprana.
CCG- Hace unos años podíamos arbitrar hasta los 47, pero se introdujo esta reducción, quizá innecesaria. Sin duda tenemos una actividad física importante, pero también tenemos muchos controles, cuatro al año como mínimo, y dos o tres más para quienes arbitramos a nivel internacional. Yo creo que con incapacitarnos cuando no pudiéramos pasar uno de ellos sería suficiente porque, como en cualquier actividad, la experiencia es fundamental. Cuando ya llevas unos años realizas mejor tu labor que cuando estás comenzando. Me temo que la mayoría nos tenemos que retirar en el mejor momento de nuestra carrera.
Otra curiosidad que se suscita es cómo son las relaciones que mantienen jueces y árbitros con el entorno en el que trabajan, algo que visto desde fuera no siempre parece fácil.
AD- Tenemos una relación fluida y bastante cordial con el ministerio fiscal, pero debemos mantener la objetividad y la imparcialidad porque los abogados podrían creer que estamos en el mismo bando, y no es así porque jueces y fiscales tienen cada uno su función. Con respecto a los abogados, lo más importante es la educación, tanto cuando estamos en juicios en sala como cuando se pueden entrevistar con nosotros; y luego que ni ellos ni nosotros hagamos de nuestros casos temas personales, porque si no estamos acabados.
CCG- En nuestro caso, la relación con los futbolistas es mucho mejor de lo que parece. Esto ha evolucionado a lo largo de los años. Cuando además tienes experiencia, como es mi caso después de diez años en Primera División, ya has coincidido con los Iniesta, Ronaldo, Messi y todos muchísimas veces. Ellos saben de tu manera de ser, de tu personalidad, y tú sabes de la suya. Al final hay buen rollo en general, aunque no aprecie a través de la televisión. Yo creo que eso hace que dirijamos mejor los partidos y que ellos se olviden también un poco de nosotros
Antes de acabar la conversación surge el tema del terrorismo, ese virus letal del siglo XXI que ambos conocen por diferentes circunstancias. El juez Dolado, porque forma parte de su ámbito profesional y porque la judicatura también ha estado en el punto de mira de los terroristas. En el caso de Carlos Clos Gómez se da una circunstancia especial: estaba en París el 13 de noviembre de 2015 ejerciendo como cuarto árbitro en el partido Francia-Alemania, cuando unos terroristas cometieron varios ataques tanto en los exteriores del estadio donde se jugaba el partido como en varios cafés y en la sala de conciertos Bataclán, con el resultado de 130 muertos.
CCG- Al principio no nos enteramos de nada. Se oyeron dos detonaciones, pero pensamos que eran los sonidos de cohetes de celebración. En ese momento, ni los jugadores ni nadie nos dimos cuenta. Luego, al final del partido, yo que tenía que esperar a que todos los jugadores abandonaran el campo, me di cuenta de que algo grave estaba ocurriendo porque miles de aficionados regresaban al estadio. Vi además el comportamiento de las fuerzas de seguridad, que estaban nerviosas porque yo creo que no llegaban a saber si los que entraban eran los buenos, los malos o de ambos. Sin duda fue el peor de mi carrera. Luego cuando en el vestuario nos comentaron lo que había pasado, nos vinimos abajo. Que estés haciendo tu trabajo y que pase eso en los aledaños de donde estás, en la vida lo habrías imaginado. Fue mi peor experiencia.
AD- Nosotros ahora no nos podemos despistar con el tema del yihadismo. Se han incrementado los controles de seguridad en los edificios públicos y en la Ciudad de la Justicia. De una u otra naturaleza, siempre tenemos que estar ojo avizor con el terrorismo.
Cuando acaba el diálogo, tengo la impresión de que tanto el juez como el árbitro están ojo avizor con la vida en general; atentos a cuanto les rodea y muy especialmente a lo que tenga que ver con su trabajo. Y aunque haya asomado el tema de la violencia, ha sido una conversación muy relajada. La de un juez que dice que Aragón se define por su Derecho y por la capacidad de dialogar y pactar, y la de un árbitro que, debido a su internacionalidad, entre los partidos de aquí y los de fuera, pasa 200 días al año fuera de casa y aún no quiere plantearse cómo se sentirá cuando ese movimiento contínuo se corte de forma tajante por una jubilación temprana que ya está demasiado próxima. Lo que puede dar por seguro es que, mucho tiempo después de colgar el silbato, los madridistas aún recordarán que fue aquel árbitro que expulsó a Cristiano Ronaldo y José Mourinho en un partido de Copa en el Bernabéu. Porque los jueces, al colgar la toga, pasan directamente al anonimato, pero los árbitros conviven hasta el último día de sus vidas con las anécdotas y polémicas que protagonizaron.